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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
7
Drama En 1948, el senador y escritor Pablo Neruda acusa al gobierno chileno de traicionar a los comunistas en el congreso. El presidente González Videla lo desafuera y ordena su captura. El poeta emprende la huida del país junto a su mujer. Mientras es perseguido por el prefecto de la policía, Neruda comienza a escribir "Canto general" y se convierte en símbolo de la libertad y leyenda literaria. (FILMAFFINITY)
29 de septiembre de 2016
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Neruda” no hace sino confirmar a Pablo Larraín como uno de las voces imprescindibles del panorama cinematográfico actual, no sólo latinoamericano sino también por supuesto mundial. Desde que nos enteramos de que el joven realizador chileno andaba preparando un film en torno a la figura de su célebre tocayo y compatriota ya sabíamos que éste sería de todo menos convencional. Al autor de “El club” no le gustan las soluciones fáciles ni los caminos trillados. La película, un “falso biopic” en palabras de su propio creador, se centra en la época en la que el futuro Premio Nobel es objeto de una implacable persecución por parte del Gobierno de González Videla a quien había acusado previamente de haber traicionado al Estado chileno y de haberse vendido a intereses extranjeros. Esa cacería comenzó en 1948 y concluiría con el exilio definitivo del poeta en París un año más tarde.

Habría que rastrear y bucear mucho en los archivos para ver cuánto hay de verdad en lo que nos cuenta Larraín en su película, quién o qué es en realidad por ejemplo el personaje ficticio que interpreta en el film Gael Garcia Bernal, una amalgama de muchos otros, o simplemente una ensoñación, una licencia poética. Si el propio director define su obra como un “falso biopic”, la verdad que nos está allanando bastante el camino. En este sentido, la película no nos habla tanto de un poeta, el mejor del siglo XX en cualquier idioma según García Márquez, como de lo poético. Y de la poesía, concebida como un ejercicio de catarsis capaz de unir a los pueblos y a los enemigos más irreconciliables.

Conviene pues detenerse en el personaje atormentado que compone magistralmente García Bernal, quien recordemos no hace tanto se metía en la piel cinematográfica del mismísimo Che Guevara (¿habrá sido casualidad su elección para el papel?); aunque la película lleva el nombre de otro y sería absurdo negar el esfuerzo de Luis Gnecco calcando la voz, los gestos y el espíritu del protagonista, es el mexicano quien lleva todo el peso y se constituye en el verdadero alma de la obra. Tal vez porque, arrastrando su culpa y su tormento, acaba fundiéndose y confundiéndose en el propio Neruda, recitando sus versos, y convirtiéndose en el espejo de sus contradicciones. Algo parecido a lo que Milos Forman hizo con Mozart y con Salieri hace ahora tres décadas. La película, huelga decirlo, no es ninguna hagiografía, y desde su innegable vocación retórica nos descubre todos los recovecos de su personaje principal, muestra al Neruda más comprometido y genial, pero a la vez también al más frívolo y mundano.

La voz en off, tan irritante en otras ocasiones, se erige aquí en un recurso necesario que no sólo acompaña la narración sino que la enriquece de manera más que notable. El fraseo lánguido y perfecto de García Bernal -¡una vez más¡- redondea un libreto de caligrafía intachable con el que Larraín hasta se puede permitir el lujo de ejercitar alguna que otra pirueta narrativa. También la música y la fotografía, bellas y de tonos tristes y desolados ambas, contribuyen a reforzar esa idea de languidez, terminando por apuntalar un relato tan desmitificador como brillante.
Juan Solo
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