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España España · Zaragoza
Voto de Juan Solo:
8
Comedia. Romance Invierno de 1931. Fernando decide desertar del ejército y se refugia en una casa de campo, donde es bien acogido por Manolo, un pintor excéntrico que vive retirado debido a sus ideas políticas. El chico mantiene sucesivamente relaciones con las cuatro hijas de su protector (Rocío, Violeta, Clara y Luz), sin saber muy bien de cuál de ellas está enamorado. (FILMAFFINITY)
24 de marzo de 2010
35 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los Angeles, marzo de 1.994. 66ª Ceremonia de Entrega de los Premios de la Academia de Hollywood. Fernando Trueba conquista el segundo Oscar en la historia del cine español en la categoría de Mejor Film en Lengua no Inglesa, una década después de que José Luis Garci se hubiese hecho con el primero con Volver a empezar.

Es el galés Anthony Hopkins el encargado en aquella ocasión de anunciar el nombre de la ganadora. "And the Oscar goes to... Belle epoque". Toda una alegría y una sorpresa que casi nadie espera. El film español no entra aquel año en ninguna de las quinielas en una edición dominada por la presencia de producciones asiáticas.

Trueba, emocionado sube a recoger su premio y lo agradece sorprendiendo a los académicos con un discurso que ya forma parte de nuestra memoria. Especialmente inolvidables son sus últimas palabras: "Me gustaría creer en Dios, pero sólo creo en Billy Wilder, así que, gracias Sr Wilder"

A pesar del guiño, no cabe considerar Belle Epoque como la mas "wilderiana" de las comedias de su autor. Trueba aseguró en alguna ocasión que en el guión escrito junto a Rafael Azcona y su hermano David incorporó algún elemento autobiográfico correspondiente a sus años de juventud. Hay también una película anterior en la filmografía del realizador, El año de las luces, que en parte puede tomarse como precurosa de Belle epoque. En ambas, se nos narra el despertar a la vida sexual y afectiva de un adolescente si bien las dos transcurren en períodos cronológicos distintos.

En cuanto a las referencias cinéfilas, más que al "Dios" Wilder el director se muestra más próximo a su igualmente admirado Jean Renoir y a títulos como La regla del juego o Una partida de campo que comparten con Belle epoque su marcado tono bucólico y un cierto carácter de alabanza hacia la vida rústica.

Belle Epoque no es ni más ni menos que una fiesta de principio a fin. Trueba logra que el espectador se contagie y acabe participando de ese gozoso canto a la libertad que es su película. No es casualidad que su trama se sitúe cronológicamente en los últimos días de la Segunda República española, un período que aquí se presenta como uno de los más felices y prósperos de nuestra reciente historia, preludio y contrapunto del oscuro pozo en el que está a punto de zambullirse el país para no salir en cuarenta años. En esta particular "belle epoque" se hace muy fácil la exaltación de la "joie de vivre" y el amor por la vida dados los vientos de libertad que soplan por doquier y que recorren todos los ámbitos de la vida nacional: el pensamiento, la enseñanza, el sexo…

El escenario en el que se desarolla la historia también aparece como un oasis de paz y armonía en medio del convulso panorama político que sacude al país en esos momentos. Trueba y los suyos se marcharon a rodar Belle epoque a un viejo caserón sito en el Algarbe portugués, una región especialmente bella y luminosa que resulta un marco ideal para los intereses de la película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Juan Solo
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