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Voto de rouse cairos:
5
5,8
1.666
Comedia
Diego (Adrián Suar) y Emilia (Julieta Díaz) tienen un hijo de 14 años y llevan una vida familiar ordenada. Mientras que Richard (Juan Minujín) y Betina (Carla Peterson), sin hijos, llevan una vida mucho más mundana. Ambas forman dos parejas amigas de toda la vida. Una noche, Richard y Betina les confiesan a sus amigos que practican el intercambio de parejas y que les encantaría compartir esa práctica con ellos. Esta confesión despierta ... [+]
21 de agosto de 2012
22 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la última década, películas como las de Juan Taratuto, Hernán Goldfrid y Ariel Winograd han abierto un camino en la comedia argentina donde también puede ubicarse al cineasta Diego Kaplan, quien luego de “Igualita a mí” (2010), presenta esta trama para adultos.
“Dos más dos” se introduce en el controvertido tema del intercambio de parejas, que ya fuera abordado por el cine en otro contexto histórico (la conocida película “Bob, Carol, Ted and Alice” de Paul Mazursky), realizada a fines de los sesenta, en un marco de época que ahora parece envejecido en su auténtica rebeldía frente a esta propuesta mucho más superficial y planteada a medida de los tiempos que corren.
La historia de “Dos más dos” transcurre en barrios cerrados, casas y coches sofisticados, donde los habitantes tienen materialmente todo lo necesario para sentirse felices pero no lo son. En busca de aventar la rutina y el aburrimiento, la pareja interpretada por Julieta Díaz y Adrián Suar incursionará gradualmente en la onda swinger que le proponen sus amigos más cercanos (Carla Petersen y Juan Minujin).
Esta transgresión traerá aparejados descubrimientos, euforias pasajeras y conflictos de toda índole, canalizados en una serie de gags que explotan la comicidad que caracteriza a la primera parte, hecha de reticencias y reparos pero también de curiosidad y complicidades, con diálogos y situaciones bien plasmadas y con una cuota infrecuente de audacia.
Actoralmente, nadie desentona ni cae en tics televisivos. Salvo Suar que reitera su personaje inseguro pero canchero de otras películas, Carla Peterson, Julieta Díaz y Juan Minujín componen personajes con muchos matices. Incluso los secundarios, el desconocido jovencito Tomás Wicz y las breves intervenciones de Alfredo Casero, como un gurú de la sexualidad abierta, que logra con sus breves intervenciones arrancar las mayores carcajadas que se sostienen sobre el ridículo del auténtico swinger que interpreta.
Actuaciones meritorias y un humor hecho de palabras no correctas sino adecuadas, son la forma de abordaje para un tema tabú que insinúa más de lo que muestra.
“Dos más dos” se introduce en el controvertido tema del intercambio de parejas, que ya fuera abordado por el cine en otro contexto histórico (la conocida película “Bob, Carol, Ted and Alice” de Paul Mazursky), realizada a fines de los sesenta, en un marco de época que ahora parece envejecido en su auténtica rebeldía frente a esta propuesta mucho más superficial y planteada a medida de los tiempos que corren.
La historia de “Dos más dos” transcurre en barrios cerrados, casas y coches sofisticados, donde los habitantes tienen materialmente todo lo necesario para sentirse felices pero no lo son. En busca de aventar la rutina y el aburrimiento, la pareja interpretada por Julieta Díaz y Adrián Suar incursionará gradualmente en la onda swinger que le proponen sus amigos más cercanos (Carla Petersen y Juan Minujin).
Esta transgresión traerá aparejados descubrimientos, euforias pasajeras y conflictos de toda índole, canalizados en una serie de gags que explotan la comicidad que caracteriza a la primera parte, hecha de reticencias y reparos pero también de curiosidad y complicidades, con diálogos y situaciones bien plasmadas y con una cuota infrecuente de audacia.
Actoralmente, nadie desentona ni cae en tics televisivos. Salvo Suar que reitera su personaje inseguro pero canchero de otras películas, Carla Peterson, Julieta Díaz y Juan Minujín componen personajes con muchos matices. Incluso los secundarios, el desconocido jovencito Tomás Wicz y las breves intervenciones de Alfredo Casero, como un gurú de la sexualidad abierta, que logra con sus breves intervenciones arrancar las mayores carcajadas que se sostienen sobre el ridículo del auténtico swinger que interpreta.
Actuaciones meritorias y un humor hecho de palabras no correctas sino adecuadas, son la forma de abordaje para un tema tabú que insinúa más de lo que muestra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Es verdad que llegado a cierto punto, la película se cuida muy bien de no pasar los límites de lo tolerable (lo esperable de ser deglutido por el público masivo al que se apunta). Aun con esos límites autoimpuestos, la comedia es técnicamente impecable y entretenida, incluso provocativa para las pautas del cine industrial argentino.
La audacia no se refleja en los planos que se limitan a retratar a los actores ubicados estratégicamente desnudos de forma tal que nunca se vea más de lo permitido. Se habla de sexo más de lo que se muestra, hay naturalidad y fluidez con el uso de terminología coloquial y sincera pero el tratamiento visual es más bien televisivo. Y no sólo se trata de la puesta en escena sino, sobre todo, de los giros en el guión, con personajes que literalmente se dan vuelta y se dividen. Porque la segunda parte cambia de tono y guarda sorpresas hasta inclinarse por una resolución conservadora y tranquilizadora, donde hasta el humor se tiñe de amargura.
No es una comedia que provoque muchas risas; de hecho hacia el final, casi se acerca más a la comedia dramática. La trama fluye y crece con coherencia para demostrar que el llamado sexo libre es en realidad un sexo programado, con reglas tan rígidas como las convencionales, donde el que se enamora pierde. Aun así, el tema de la experimentación sexual logra ponerse sobre la mesa desde un lugar inteligente, que más allá de hacer reír también hace pensar sobre la pareja, el aburrimiento, los celos y la delgada línea que separa a un conservador de un transgresor y viceversa.
La audacia no se refleja en los planos que se limitan a retratar a los actores ubicados estratégicamente desnudos de forma tal que nunca se vea más de lo permitido. Se habla de sexo más de lo que se muestra, hay naturalidad y fluidez con el uso de terminología coloquial y sincera pero el tratamiento visual es más bien televisivo. Y no sólo se trata de la puesta en escena sino, sobre todo, de los giros en el guión, con personajes que literalmente se dan vuelta y se dividen. Porque la segunda parte cambia de tono y guarda sorpresas hasta inclinarse por una resolución conservadora y tranquilizadora, donde hasta el humor se tiñe de amargura.
No es una comedia que provoque muchas risas; de hecho hacia el final, casi se acerca más a la comedia dramática. La trama fluye y crece con coherencia para demostrar que el llamado sexo libre es en realidad un sexo programado, con reglas tan rígidas como las convencionales, donde el que se enamora pierde. Aun así, el tema de la experimentación sexual logra ponerse sobre la mesa desde un lugar inteligente, que más allá de hacer reír también hace pensar sobre la pareja, el aburrimiento, los celos y la delgada línea que separa a un conservador de un transgresor y viceversa.