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España España · Barcelona
Voto de reporter:
8
Drama Lorenzo es un adolescente de catorce años que engaña a sus padres con la coartada de que se va a esquiar a una estación con unos amigos para, en realidad, pasar esos días en el sótano abandonado del propio domicilio familiar. Allí planea vivir en compañía de sus libros de terror y fantasía. (FILMAFFINITY)
27 de julio de 2013
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
En 1976, un tal Bernardo Bertolucci llegó al Festival de Cine de Cannes con su nueva película... y con una petición para la organización: no participar en la Sección Oficial a Competición. Ni Palmas de Oro ni reconocimientos del Jurado, su mastodóntica 'Novecento', de más de cinco horas de duración (y de medio lustro de cronología narrativa), no debía estar en el palmarés de aquella edición. No por falta de calidad, sino por diferencia de tamaño respecto a sus rivales. Si se trataba de ver quién la tenía más larga, entonces el concurso estaba descompensadísimo. Bertolucci ganaba por goleada, pues, si se lo proponía, él mejor que nadie encarnaba el espíritu de aquella semi-legendaria industria cinematográfica italiana que empezaba a dar sus primeros pasos. Pompa, fastos y fanfarria para concebir, de la manera más desacomplejada, espectáculos que sólo sabían pensar en dimensiones colosales.

Pero 27 años después, Don Bernardo, que por aquel entonces había reducido considerablemente la escala de sus historias, se cansó. El cuerpo, y sobre todo la mente, dijeron basta. La llama que alimentaba la pasión por su profesión se apagó... pero no de forma indefinida. Porque nunca es demasiado tarde para reconciliarse con el séptimo arte. Nunca es tarde para (re)descubrir el gran cine. "Y nunca es demasiado tarde para volver a ejercerlo", debió pensar el legendario cineasta, quien, efectivamente, se ha aplicado aquello de "nunca digas nunca". Dicha lección le quedó clara, afirmó hará dos años en Cannes, después de ver 'Avatar'. Sí, la de James Cameron. El revolucionario uso de la tecnología 3D (truco de magia por aquel entonces casi olvidado del todo, no está de más recordarlo) hizo renacer en el viejo maestro las ganas de ponerse detrás de las cámaras.

De modo que aprovechando la concesión de la Palma de Oro honorífica que se le ofreció en la Croisette, declaró que en breve, empezaría el rodaje de una película con UN solo escenario, con DOS personajes y en TRES dimensiones. Un año después, y en el mismo escenario, el director cumplió a rajatabla su promesa con 'Tú y yo'. ¿Seguro? ¿Y la tridimensionalidad? ¿Dónde han ido a parar las gafas polarizadas? En el baúl de los recuerdos, de donde jamás deberían haber vuelto a salir -ya lo he dicho-, porque ¿qué falta hace convertirse en cuatro-ojos (incluso seis-ojos; los miopes, por cierto, lo pasamos fatal en cada proyección de estas características) cuando los protagonistas y las situaciones descritas están tan bien definidos? Ésta, y ninguna otra, es la auténtica profundidad. La emocional, la que ningún efecto digital ha sido todavía capaz de falsear. Emociones desborda por todos lados el prodigioso descubrimiento de Jacopo Olmo Antinori, un adolescente con la cara masacrada por el acné, un bigote que empieza a intuirse y una mirada calcada a la de Malcolm McDowell en 'La naranja mecánica'. Acompañándole, el también sorprendente hallazgo de Tea Falco, suerte de "continuación natural" de la Eva Green de 'Los soñadores'.

Juntos comparten espacio y vivencias en un área mínima que encierra una historia máxima, y de la que mejor no oír nada antes de ver la película. En el aire, David Bowie se mezcla con los Arcade Fire, y Bertollucci da síntomas de una juventud apabullante, trayéndonos un regalo fílmico de valor incalculable. Hay actores como Michael Cera que parecen hacerse más niños a cada año que pasa. Hay actrices como Ellen Page cuyo cuerpo, en vez de crecer, se hace cada vez más pequeño. Por si a alguien le interesa, hay directores que siguen la misma lógica de relato fitzeraldiano. Detrás de este curioso caso de atípico -y más que bienvenido- rejuvenecimiento, está una historia tan desgarradora como preciosa, tan sutil como visceral, tan pequeña en su claustrofóbica apariencia teatral como inmensa en el fondo.

Granos, moratones, gritos, palabras hirientes y gestos tiernos... la naturalísima magnitud del conjunto sólo puede apreciarse, como no podía ser de ninguna otra forma, en 3D. No lo van a ver anunciado así, pero a diferencia de algún subproducto palomitero al que no le queda otra (será que la vergüenza no ha desaparecido del todo en este mundillo) que presentarse también en su original formato bidimensional, 'Tú y yo', a efectos prácticos, debería proclamar por todo lo alto que sólo va a proyectarse en prodigiosas tres dimensiones. Si ''dinosaurios'' como Werner Herzog salieron vivos del intento, ¿cómo no iba a hacer lo mismo un Bertollucci cuyos últimos y distanciadísimos trabajos se alejan a más no poder de cualquier indicio crepuscular? Con las gafas en la basura y el espíritu cinéfilo rebosante de vida, esta contagiosa, apabullante y -sí- moderna oda a la rebeldía constituye razón suficiente para, por fin, volver a darle las gracias al incombustible maestro... y para pedirle, por favor, que no vuelva a irse.
reporter
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