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Voto de Toribio Tarifa:
6
Comedia El comendador Carloni ha de recoger el vestido de la primera comunión de su hija. Cuando lo pierde accidentalmente, hará todo lo posible para recuperarlo, viéndose inmerso en un montón de extrañas aventuras relacionadas con todo tipo de personajes (un taxista, un policía, la misma vecina de su casa). (FILMAFFINITY)
1 de febrero de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lloviendo piedras” es una interesante película de Ken Loach; y lo es, interesante, desde el punto de vista sociológico, histórico, económico, religioso y, por descontado, cinematográfico. Trata de los penosos avatares que sufre un obrero irlandés en paro para proporcionarle a su hija un vestido de primera comunión que no desentone con lo que tradicionalmente se suele hacer en Irlanda. “Una hora en su vida” (Prima comunione) trata el mismo asunto, pero situado en la Italia de principios de los 50, en un medio económico más acomodado y mediante un tratamiento muy distinto.
Carlo Carloni, impagable como siempre Aldo Fabrizi en el papel, es un confitero romano que va a celebrar la primera comunión de una de sus hijas en la parroquia del barrio. La propia mañana del día señalado para la celebración se encuentra con que su hija no tiene vestido porque la modista no lo ha tenido a tiempo. A partir de aquí, se dispara la acción y Carloni, como padre responsable, trata de reparar el percance por todos los medios que se le ocurren. Y son muchos, porque no se detiene ante nada.
La película es evidentemente un festival Aldo Fabrizi, Para que se entienda, algo así como si le hubieran confiado el papel a Louis de Funès: y así vemos a Carloni conductor novato cometiendo mil y una tropelías, a Carloni peatón intemperante agarrándose del moño con media humanidad, a Carloni donjuán de pacotilla tirándole los tejos a la vecina exhibicionista, a Carloni vecino prepotente tratando de achantar con sus billetes a quien sí tiene un traje a punto para su hija...
Aparte de esto, la película tiene la gracia de mostrar lo que era la vida en esos años, tanto desde el punto de vista urbanístico, como de la moda, masculina y femenina, la vida social, el lenguaje, las costumbres, la religión, católica por descontado, etcétera. Quizá no sea mucho, pero es un interesantísimo escaparate de la evolución histórica del mundo occidental. Este tipo de película costumbrista debiera convertirse en material de obligada visión para todo aquél que tiene la aspiración de ofrecernos una narración, bien sea novelística, bien cinematográfica o teatral, y quiere situarla en una época que no conoce de primera mano. Se evitarían así vergonzosos patinazos en los que incurren autores que nos venden su cocido narrativo a miles y decenas de miles de ejemplares y nos cuelan expresiones, construcciones, etc. que de ninguna manera hubieran podido salir de la boca de personajes de la época que pretenden retratar.
Toribio Tarifa
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