He aquí la prueba evidente de la mayor tapadera de la historia. Cuando todo el mundo pensaba que el Führer se había quitado la vida en un bunker alemán en un gesto dramático que no cambió el ya definitivo curso de la II Guerra Mundial se encuentra este documento histórico que desenmascara la gran mentira, el gran engaño. La gran estafa. Porque Hitler no murió en 1945, Hitler escapó en submarino hasta los mares del sur, las claras y paradisíacas playas brasileñas.

No fue un trago fácil para Adolf encontrarse con tantos morenos en esas tierras alejadas de su dominio. La vuelta a la vida civilizada, el tener que preparar su propia comida, hacer la colada; tareas que trastornan al hombre medio minaron la confianza del idealista alemán haciendo estragos su antaño físico imponente. Este testimonio (de gran valor y que ni la mismísima BBC ha podido obtener) seguro que ayudará a conocer mejor la personalidad del ex-dictador alemán alejado de los tópicos habituales al comunicarse en un perfecto ¿español? más confiable que el idioma rudo alemán.

Brasil ha sido el purgatorio espiritual de un hombre que se creyó dueño del mundo y que acabó enseñando a niños buscando su redención por todos los errores que había cometido. Pero el verdadero trauma de este hombre está en sus sueños, sus constantes remordimientos por invadir la URSS y su satisfacción por no vivir más ese duro invierno. Que sigue teniendo prejuicios contra los morenos, sí, pero que por las mulatas en definitiva se puede hacer más de una excepción.