Cuesta creer que un tío que ha perpetrado filmes tan insulsos como "La Teniente O' Neal", "Prometheus" o "Robin Hood" fuera capaz de concatenar tres filmes de una riqueza y poderío visual como lo que logró con los "Duelistas", "Alien" y ésta, la mejor de las tres: Blade Runner.

La película está tan cargada de símbolos, matices y melancolía, que es imposible no rendirse ante una pieza clave para entender el cine de ciencia ficción.

Kubrick intentó y logró elevar la ciencia ficción al nivel de la poesía, una oda al positivismo humanista frente a la máquina. Pero Scott va más allá y nos ofrece la visión de un futuro triste y decadente. Es en esa melancolía, donde reside su belleza... Pues a veces las apuestas más nubladas y lluviosas, son la auténtica belleza.

Eso es lo que encontramos en Blade Runner, personajes que tratan de revertir su natura en mitad de un una existencia cruel y despiadada. Hasta llegar a empatizar tras pasar todos los estadios de una crisis existencial: negación, ira. dolor, culpabilidad y finalmente aceptación.

La película hay que entenderla como una coreografía bien perfilada entre las imágenes, los símbolos literarios y la banda sonora.

Mención especial a las continuas referencias a Milton, Shelly, Blake... padres de esa poesía visionaria y barroca que eclosionaría posteriormente en el romanticismo hija bastarda de una industrialización deshumanizadora.

La banda sonora es un obra que combina toques étnicos, industriales con otros más intimistas y delicados que realzan el carácter vulnerable de sus personajes. Con mención especial al tema bandera: Memories Of Green. Uno de los temas más melancólicos y bellos que se engarza como anillo al dedo a todo el delirio visual de Scott.

Es una película que cada vez que la ves, descubres nuevas escenas o detalles que te transmiten cosas nuevas. No es monótona ni lineal, tiene una estructura que impide esbozar un argumento simple y ocurrente. Se trata de una búsqueda del yo de una máquina, que la hace más humana que humana.

En fin: puro arte.