"La reina de África" consiguió lo que de cuando en cuando se consigue -extraña y paradójicamente- en el cine: sacar de un rodaje adverso una obra maestra. Adverso principalmente porque John Huston estaba más preocupado de sus cacerías y Humphrey Bogart ni siquiera sabía cómo construir el personaje. Entre borrachera y borrachera, ambos, junto a la gran Katherine Hepburn, construyeron un triángulo esencial en una de las grandes películas de la historia del cine.
Y la película cuenta la historia de dos individuos, que a pesar de tener dos personalidades tan distintas, parecen condenados -por no decir predestinados-, a entenderse; a compartir juntos un viaje que les llevará a sacar lo mejor y lo peor de cada uno. Pero esto simplemente forma parte del camino que ambos recorrerán, por cierto, lleno de adversidades, como no podía ser de otro modo, hasta darse cuenta de que son el uno para el otro. Dos polos opuestos que encajan como las piezas de un puzzle. ¿Quién se lo iba a decir?
John Huston supo sacar partido de la historia y del entorno para conseguir la que es seguramente la mejor interpretación de Bogart en su carrera. Una película con una combinación de divertidas secuencias y diálogos con trepidantes escenas de acción, muy logradas para su época. Entre medias queda, como ya dije, el reconocimiento progresivo de los dos protagonistas de sus sentimientos hacia el otro.
"La reina de África" es el nombre que Charlie Allnut -el personaje de Bogart- da a su embarcación, pero a buen seguro que al finalizar la travesía con gusto le daría ese sobrenombre a su amada Rose Sayer.