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Comedia. Fantástico
Ramiro y Teófilo son grandes amigos y comparten inquietudes que los unen en sus desventuras. Sus intentos de triunfo artístico fracasan y un día Ramiro, el más descontento, le propone a su amigo que el primero de los dos que muera tiene que ocuparse del otro para guiarle en su vida. (FILMAFFINITY)
10 de octubre de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
El guión de Wenceslao Fernández Flóres ya es marca de calidad. Sus diálogos son creíbles, variados e incluso agudos en algún momento.
Las interpretacions de Rafael Durán y, sobre todo, de Fernán Gómez, son estupendas, y esa incursión en la fantasía, haciendo uso de los efectos especiales, está muy lograda; me gusta, en especial, cuando el espíritu de Teófilo se presenta a través de la porcelana en forma de caballero barroco.
La tesis de que todo lo que nos pasa es única y exclusivamente fruto de nuestro libre albedrío se demuestra cuando al protagonista le van advirtiendo de los malos caminos y él, sin embargo, sigue escogiendo lo que le apetece para, después, quejarse de su mala suerte.
El retrato que se hace de la verdadera amistad, la burla a las autoridades -unos ignorantes paletos-, la crítica de los engreídos autorcillos de provincias y a los arribistas que aprovechan sus títulos universitarios para aprovecharse de cuatro incautos -el ingeniero que no hace bien las tuberías de la fuente pública y que no tiene ni idea de "energías alternativas"-, todo es buenísimo y contrasta con la sencillez de la hermana y la chica de las mantequerías, que se cuidan de mejorar una cosa tan prosaica como es la vida cotidiana.
Las interpretacions de Rafael Durán y, sobre todo, de Fernán Gómez, son estupendas, y esa incursión en la fantasía, haciendo uso de los efectos especiales, está muy lograda; me gusta, en especial, cuando el espíritu de Teófilo se presenta a través de la porcelana en forma de caballero barroco.
La tesis de que todo lo que nos pasa es única y exclusivamente fruto de nuestro libre albedrío se demuestra cuando al protagonista le van advirtiendo de los malos caminos y él, sin embargo, sigue escogiendo lo que le apetece para, después, quejarse de su mala suerte.
El retrato que se hace de la verdadera amistad, la burla a las autoridades -unos ignorantes paletos-, la crítica de los engreídos autorcillos de provincias y a los arribistas que aprovechan sus títulos universitarios para aprovecharse de cuatro incautos -el ingeniero que no hace bien las tuberías de la fuente pública y que no tiene ni idea de "energías alternativas"-, todo es buenísimo y contrasta con la sencillez de la hermana y la chica de las mantequerías, que se cuidan de mejorar una cosa tan prosaica como es la vida cotidiana.