Parece que el cine de Marc Foster ha sufrido un revés importante tras su participación en la saga de JamesBond, como si él fuera el único responsable de que “Quantum Of Solace” fuera una decepción importante. Ahora ya directamente sus películas no se estrenan en nuestro país ni en el cine ni directamente en vídeo, así que los que hemos visto este film lo hemos tenido que hacer a través de ese invento tan denostado en nuestros días como es el “interné”.
En el terreno puramente cinematográfico, tampoco es que la película valga gran cosa. Nos cuenta la vida de un tal Sam Childers, un personaje que procede de lo más bajo de la sociedad,lo más rastrero que uno se pueda echar en cara: drogadicto, ladrón, borracho, presidiario... que al salir de la cárcel se ve inmerso en un episodio violento en el que apuñala a un mendigo. Tras esto, el muchacho va a la iglesia y encuantra a Jesús. Tras el episodio trascendental y/o existencial, el chavalote se convierte en una especie de feligrés cada vez más interesado en los problemas de la humanidad hasta que decide viajar a Sudán y allí construye un orfanato. Allí se encontrará con los problemas derivados de la guerra civil que asola esas tierras, hasta que se convierte en el hombre que da título al film. “El predicador de la metralleta”. Así, tenemos a una especie de Rouco Varela mezclado con Chuck Norris. Lo más interesante de la película es ver cómo el protagonista se va convirtiendo cada vez más en lo que está combatiendo, cómo se va radicalizando más, abandonando cualquier rasgo de humanidad, y eso le acerca a la máxima de Mark Twain de que “Si pasas mucho tiempo luchando contra monstruos, acabarás convirtiéndote en uno; el que pasa mucho tiempo asomado al abismo, el abismo acabará por asomarse dentro de ti”. Por lo demás,la película no ofrece mucho más, aunque no cae en los tópicos típicos de este tipo de películas.
Gerard Butler realiza un trabajo eficiente y serio, Michelle Monaghan hace poco más que un mero papel de comparsa y Michael Shannon estámuy desaprovechado.