El único fallo de Headhunters es que toca demasiados palos y, en vez de aparentar una película muy amplia lo que parece es una película demasiado dispersa. Al principio todo parece una clásica película de robos con planes perfectos, luego, se transforma en una especie de drama de parejitas, y finalmente Headhunters ofrece todo lo que realmente posee, y es sin duda en el momento en que empieza a brillar.

Todo esto estaría bastante bien si no fuera porque, casi al final ya de la película y una vez que nos hemos acostumbrado al maravilloso ritmo que tiene, vuelve a girar un poco sobre sí misma para reencontrarse con alguno de los géneros mencionados con anterioridad. No es que cuando intente distanciarse de la vertiente principal Morten Tyldum lo haga mal, es solo que comparativamente con la parte de pura adrenalina no está al nivel.

Una película donde no queda claro quién es el bueno y quién el malo. Tampoco le pega mucho ese final con esa canción fiestera como si fuera el final de la saga de Ocean's, explicando todo lo acontecido paso por paso. Quiero remarcar que le final me gustó, pero el , llamémosle epílogo, no tanto.

Headhunters te confunde unas cuantas veces para que no tengas claro el papel de muchos personajes en la historia, pero los nudos que va formando se van desenlazando con tanta normalidad como claridad. Las actuaciones de los dos protagonistas tienen mucha culpa de que no podamos dejar de prestar atención a cada uno de los detalles, y existe sin duda esa "química antagonista" que le da puntos extra.

Una gratificante sorpresa. Pensándolo fríamente no es nada nuevo, pero la forma en que está hecho la hace muy digna de verse. Su premisa como de espionaje empresarial extremo es un poco absurda, y hay muchas cosas que son un tanto ridículas, pero la excentricidad de la película duerme sobre la excentricidad de sus personajes.