Estamos ante una película tan desconocida como buena que representa el humor Zucker+Abrahams al máximo esplendor bajo la dirección de un John Landis inspirado. No nos engañemos, probablemente si la misma película saliera en el año en el que estamos nos parecería una bazofia increíble, o mejor dicho, le parecería a medio mundo precisamente eso, porque yo sigo disfrutando con esta clase de películas como el que más (a pesar de haber visto tremendos bodrios en el género). Sin embargo, por estar en el año en el que está no parece que el público la vea con tan malos ojos.

La película tiene todos los elementos para los amantes del género, con un humor muy directo y también visual con el que más de uno podría identificarse. No es mejor que el resto de películas de los genios algo incomprendidos Zucker y Abrahams, pero su estructura, su forma de varios sketches como si estuvieramos haciendo un zapping por canales de humor, la hace que sea todavía más dinámica.

Porque la película no es más que un conjunto de cortometrajes sin más, y una película central que por desgracia es lo más flojo de todo. Es precisamente por ello por lo que la película no es tan remarcablemente buena a pesar de que tenía todas las papeletas. Ese mediometraje le hace más mal que bien, a pesar de que también luce gracioso en el cómputo general. Lo que pasa es que comparativamente con los demás pierde considerablemente.

Y por si no hubieran suficientes ingredientes la presencia en escenas de los propios Zucker y del propio Abrahams se convierte en un aliciente difícil de obviar para los admiradores de estos creadores del humor absurdo. Y es que tengo la sensación de que si a todos los humanos nos borraran la mente de una y nos plantaran en el mismo mundo donde vivimos, no me extrañaría que estas películas fueran consideradas mucho mejor de lo que realmente son, ya que en la actualidad todo el mundo las ve así de malas por casi decreto.