Bastante atípica. Spider-Man 3 cuenta con 3 malos y al final intenta unir todo ello en un argumento que nadie se acaba de creer. Vende durante dos películas enteras la reaparición del Duende para prácticamente cargártelo en los primeros minutos en lo que parece un "ah, es verdad que anuncié que el Duende iba a volver, pero es que no me apetecía ese villano para esta película". Tobey Maguire se ve muy insípido, Kirsten Dunst demasiado sufrida, y James Franco totalmente aburrido ya de hacer de alcohólico con ansias de venganza. El propio Sam Raimi parece aburrirse detrás de las cámaras.

Porque de la diversión sana de Spider-Man 2 pasamos a un ridículo importante. Porque ese Tobey Maguire haciendo de malote tiene el mismo efecto que haber intentado hacer al primer Harry Potter un villano. Porque por mucho que te bajes el flequillo no vas a poder aparentar ser un chico malo, y sólo caes en un ridículo del que no te consigues olvidar porque se repite varias veces.

Pero lo que hace más daño, más allá de ese renovado sentido del humor sin fuste alguno, es ver el trato que se le ha dado a Venom, uno de los villanos más carismáticos y representativos casi de toda la factoría Marvel. Aquí, quitando los minutos finales, no vemos el espectacular Venom que se merece. Tan sólo lo vemos como el responsable de que Peter Parker decida ponerse flequillo. Vaya, que temible.

El multiforme Venom acaba siendo el villano menos peligroso de todos. Sandman sobra en la película a pesar de su enorme espectacularidad visual, y es en el fondo quien hace que no disfrutemos de Venom como deberíamos. Una extraña alianza que forjará otra todavía más extraña y que hará que aplaudamos de haber abandonado la saga, aunque viendo el reboot uno no tiene claro qué aplaudir y qué abuchear a estas alturas.