Los 80 fueron la época dorada del "creepshow", de ese cine de terror que a día de hoy se ve a medio camino entre lo cómico y la serie B. Antes de que la década nos abandonara, Mary Lambert nos regaló esta pequeña joya del mismo que marca la línea entre eso que mencionaba y un producto de calidad. Por supuesto, gran parte de culpa la tendrá la novela de Stephen King, pero lo cierto es que El Cementerio Viviente es una de las mejores películas dentro de su género. La ambientación es sencillamente magistral, y Lambert tiene una inspiración que no volvió a demostrar en ninguna de sus películas.

La película tiene todo lo necesario para un relato de terror de los que entusiasman a los adolescentes. El mensaje, como tantas otras veces, nos vuelve a decir que no juguemos a ser Dios y aceptemos la muerte de nuestros seres queridos, así que no vais a encontrar en ella mucha profundidad aunque como digo sí calidad.