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Voto de Cinematic:
7
6,5
3.642
Drama. Romance. Thriller
Verano. Un lago de aguas azul turquesa en torno al cual se congrega un grupo de bañistas. Hombres que encuentran su solaz juntos en su orilla o en el bosque contiguo. Franck pasa el tiempo entre la amistad (o amor platónico) con el orondo Henri y los escarceos con Michel, adonis oscuro y peligroso. (FILMAFFINITY)
9 de diciembre de 2014
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
'L'inconnu du lac' es una película sorprendente en su uso del naturalismo como lanzadera para plantearse cuestiones más abstractas. Alain Guiraudie crea un microcosmos en los alrededores de un lago, con extraños intimando y otros extraños mirando a los primeros. Con pocos recursos, y un estilo de dirección muy austero, se retratan con mucho tino pasiones que consumen y otras que se callan. Sirviéndose tan sólo de planos fijos del lago en calma y los árboles meciéndose, ya se nos avisa de que algo no va bien. No es tanto un desajuste ambiental, sino anímico. Guiraudie acierta en no romper la unidad de espacio, logrando así una coherencia interna y hábil conocimiento de la prioridad dramática, a pesar de que algunos espectadores lo juzguen como repetitivo. No nos interesa la vida rutinaria de los personajes fuera del lago, porque es ahí donde se sienten confusos, inseguros y turbados.
El ambiente conseguido debe gran parte de su éxito a sus actores, y al modo en el que se establece la dinámica de sus relaciones. Franck, el protagonista, conoce a Henri, con el que tiene conversaciones muy agradables y sinceras. Cada mañana, vemos a Henri apartado del resto de hombres, y cuando Franck se acerca sabemos que van a sentirse mejor. Se alivian mutuamente, aunque sólo sea de forma verbal. Conocen las inseguridades del otro, y saben decir las palabras adecuadas sin juzgar los impulsos del otro. Hay armonía. Entre ellos surje una relación platónica, que se hubiera visto consumada de no ser por la aparición de Michel. Más que un personaje, Michel es una fuerza. Una fuerza ante la que el personaje se rinde, somete su voluntad e incluso sus valores, después de ser testigo de algo horrible.
Conforme la película va avanzando, la abstracción en los personajes que al comienzo intuíamos va resultando más clara. Franck es una criatura indecisa, con las piernas a punto de desquebrajarse; una de ellas está en la tierra, y la otra es arrastrada por una peligrosa corriente. Henri es la tierra, paradigma del alma pura, buena y estable, que tal vez por resultar demasiado predecible a ojos de los demás, siempre acaba quedándose sola. Y Michel es esa fuerza pasional que envuelve y hace que quien la siente sacrifique lo que sea con tal de obtener una migaja de sus encantos. Hacia el final, vemos cómo el alma pura, cansada de ser abandonada constantemente, ve su soledad como un martirio irrevocable al que prefiere poner fin. La fuerza del deseo, como la corriente de destrucción que es, accede a llevarse con él al alma pura. Y la criatura indecisa se queda sin la posibilidad de regresar con ese alma afín, atrapado para siempre en los dominios de la fuerza a la que decidió entregarse.
Ecos trágicos de las obras de Sófocles o Esquilo se filtran en este retrato de caracteres atrapados en una miseria autoimpuesta. Los personajes aquí funcionan a dos niveles. Por un lado, son símbolos que elevan la ficción y la historia que se cuenta, retazos de una honda y atemporal naturaleza humana. Por otro lado, funcionan como personajes con su historia concreta dentro de la ficción. Normalmente, los personajes que simbolizan algo no suelen resultar creíbles dentro de la ficción, y los que sí resultan creíbles rara vez trascienden los confines del guión. Aquí se consigue cubrir ambos flancos, y eso es algo de lo que Alain Guiraudie debería sentirse muy orgulloso.
El ambiente conseguido debe gran parte de su éxito a sus actores, y al modo en el que se establece la dinámica de sus relaciones. Franck, el protagonista, conoce a Henri, con el que tiene conversaciones muy agradables y sinceras. Cada mañana, vemos a Henri apartado del resto de hombres, y cuando Franck se acerca sabemos que van a sentirse mejor. Se alivian mutuamente, aunque sólo sea de forma verbal. Conocen las inseguridades del otro, y saben decir las palabras adecuadas sin juzgar los impulsos del otro. Hay armonía. Entre ellos surje una relación platónica, que se hubiera visto consumada de no ser por la aparición de Michel. Más que un personaje, Michel es una fuerza. Una fuerza ante la que el personaje se rinde, somete su voluntad e incluso sus valores, después de ser testigo de algo horrible.
Conforme la película va avanzando, la abstracción en los personajes que al comienzo intuíamos va resultando más clara. Franck es una criatura indecisa, con las piernas a punto de desquebrajarse; una de ellas está en la tierra, y la otra es arrastrada por una peligrosa corriente. Henri es la tierra, paradigma del alma pura, buena y estable, que tal vez por resultar demasiado predecible a ojos de los demás, siempre acaba quedándose sola. Y Michel es esa fuerza pasional que envuelve y hace que quien la siente sacrifique lo que sea con tal de obtener una migaja de sus encantos. Hacia el final, vemos cómo el alma pura, cansada de ser abandonada constantemente, ve su soledad como un martirio irrevocable al que prefiere poner fin. La fuerza del deseo, como la corriente de destrucción que es, accede a llevarse con él al alma pura. Y la criatura indecisa se queda sin la posibilidad de regresar con ese alma afín, atrapado para siempre en los dominios de la fuerza a la que decidió entregarse.
Ecos trágicos de las obras de Sófocles o Esquilo se filtran en este retrato de caracteres atrapados en una miseria autoimpuesta. Los personajes aquí funcionan a dos niveles. Por un lado, son símbolos que elevan la ficción y la historia que se cuenta, retazos de una honda y atemporal naturaleza humana. Por otro lado, funcionan como personajes con su historia concreta dentro de la ficción. Normalmente, los personajes que simbolizan algo no suelen resultar creíbles dentro de la ficción, y los que sí resultan creíbles rara vez trascienden los confines del guión. Aquí se consigue cubrir ambos flancos, y eso es algo de lo que Alain Guiraudie debería sentirse muy orgulloso.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mi único problema con la película viene cuando Franck ve lo que Michel hace pero se calla. Este recurso de paralizar la voluntad del personaje y de mantenerlo en los confines de la pasividad funciona durante un rato. Pero cuando la situación se complica, él sigue apoyando ciegamente al extraño que no le ha dado ningún motivo para confiar en él, sacrificando su integridad continuamente. Desde el punto de vista de la progresión del guión, resulta frustrante. Hay una escena muy forzada en la que el protagonista se sumerge en el lago, a sabiendas de lo que había pasado anteriormente. Sabemos que quiere ponernos tensos con la expectativa del peligro, pero no se ha llegado hasta ahí de forma orgánica; las motivaciones y credibilidad de Franck han tenido que ser metidas bajo una alfombra para hacer posible esa escena.
La idea está clara: hacernos ver hasta qué extremo somos capaces de perdernos a nosotros mismos por una fuerte pasión, hasta qué punto somos capaces de ignorar todas las señales negativas con tal de beneficiarnos de ese placer tan potente como efímero que es el sexo con el amante soñado. Pero esto podría haberse conseguido a través de un personaje con más enjundia y consciente de sus acciones, y no uno al que a veces quieres gritar "Pero no hagas eso, ¡tonto!". Ese estado de indolente sumisión se mantiene hasta el final, y el planteamiento ético de la película se habría reforzado con un Franck más asertivo y dispuesto a poner fin a sus sospechas antes. Tal y como está, Franck no tiene claro si Michel es culpable o no y no se atreve a preguntar, así que no hay conflicto moral, sólo una sospecha mantenida que va perdiendo jugo.
La idea está clara: hacernos ver hasta qué extremo somos capaces de perdernos a nosotros mismos por una fuerte pasión, hasta qué punto somos capaces de ignorar todas las señales negativas con tal de beneficiarnos de ese placer tan potente como efímero que es el sexo con el amante soñado. Pero esto podría haberse conseguido a través de un personaje con más enjundia y consciente de sus acciones, y no uno al que a veces quieres gritar "Pero no hagas eso, ¡tonto!". Ese estado de indolente sumisión se mantiene hasta el final, y el planteamiento ético de la película se habría reforzado con un Franck más asertivo y dispuesto a poner fin a sus sospechas antes. Tal y como está, Franck no tiene claro si Michel es culpable o no y no se atreve a preguntar, así que no hay conflicto moral, sólo una sospecha mantenida que va perdiendo jugo.