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Cuba Cuba · Guanabacoa
Voto de Kingo:
8
7,4
5.286
Documental Alemania, año 1934. Adolf Hitler acababa de llegar al poder un año antes. En Nuremberg, el partido nacionalsocialista celebra un triunfalista y patriótico congreso en el que se exaltan los valores del pueblo alemán y la raza aria. (FILMAFFINITY)
13 de agosto de 2007
96 de 117 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alejandro Magno fué el primero en utilizar el poder de la imagen como propaganda política. Se le ocurrió la brillante idea de hacer que en todas las monedas estuviese su cara, y así ser reconocido hasta en el más lejano rincón de su extenso imperio.
Más tarde, Octavio Augusto aún refinó más la idea, repartiendo millares de bustos suyos por todas las provincias romanas, en los que se le veía como un tipo de cara amable, pero con una mirada y un gesto severo y recto.
Siglos después el tito Adolfo, que ya había copiado muchísimo de la simbología griega y romana, no iba a ser menos. Solo que él contaba con la prodigiosa visión de Leni Riefenstahl.

Se puede ser contrario a la ideología nazi (más bien se debe), se puede sentir asco por todo lo que aquello representó... pero no se puede ni se debe negar la maestría conque está rodado este documental, ni perder de vista en que año se realizó.
Magníficos encuadres para una narración visual poderosa, un montaje soberbio, y un empleo de la luz para las fechas prodigioso. Porque, seamos realistas... al margen de la ideología mostrada, hay que reconocer que la intención de mostrar al ejército nazi como temible y sobrecogedor, la cumple sobradísimamente. Para manchar los pantalones debía ser el ver en movimiento semejante tropa, con sus uniformes, su parafernalia, y marcando el paso. Lo que les pasó a tantísimos durante la segunda guerra, y aquí nos podemos hacer una idea bien clara.

Como documento histórico, no tiene precio. Pero como lección de cómo se debe manejar y colocar una cámara, apenas tiene comparación. Y dejémonos estar de ideologías y demás zarandajas, que aquí hemos venido a hablar de cine, y esta señora sabía de eso un rato largo.
Lástima que no tengamos mucha más herencia fílmica de doña Leni, porque quizás deberíamos reconocer que estaba a la misma altura que Lang o Eisenstein. Y aceptarlo, para algunos, tal vez fuese doloroso.
Kingo
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