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España España · Madrid
Voto de paki:
5
Drama Walter Vale (Richard Jenkins), un profesor universitario de Connecticut que viaja a Nueva York, se ve envuelto en la vida de una joven pareja inmigrante a la que encuentra viviendo en su apartamento de Manhattan, un piso que apenas visita. Tarek (Haaz Sleiman), un músico sirio, y Zainab (Danai Jekesai Gurira), su novia senegalesa, viven allí porque alguien les ha alquilado el apartamento, haciéndose pasar por el dueño. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2009
9 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Algunas veces te pasa: no conectas con una película. No es que sea buena o mala, es que no conseguí "creérmela". Presentía que era una película que buscaba conmover y hacer reflexionar. Pero, nada. Intelectualmente, la encontré sin lógica, y, sentimentalmente, me dejó fría. Yo creo que la "culpa" es del protagonista. Yo pensaba que la historia iba sobre cómo evolucionaba un ser humano en relación con otras personas de diferentes culturas, razas y clases sociales; de cómo "abría" su mente y su corazón ante el contacto con otros semejantes, pero desconocidos, y cómo todo ello le enriquecía y le hacía una persona mejor y solidaria. Yo creo que ese era el mensaje, pero lo que cuenta la película no es la evolución de esa persona, porque eso no lo vemos en ningún momento. Ni siquiera lo imaginamos. Click, se enciende la luz y es un profesor que se niega a revisar un examen a un alumno, ni a escuchar sus explicaciones ni a prestarle una mínima atención. Click, se apaga la luz y ese mismo profesor acepta en su casa a unos extraños, les ayuda y se mimetiza con ellos de tal manera que se pone a tocar el bombo con el ardor de nuestro Manolo, se viste como ellos, canturrea la música afro en un Retiro Park o vende pendientes étnicos en el Rastro´s... Click y ya estaba yo con un ataque de escepticismo. No. El hombre era un soso. Un triste. Tan inexpresivo que parecía autista. Yo me sentía identificada con la negrita porque no podía fiarme de ese sangre-horchata que, de la noche a la mañana, llevaba el bombo en bandolera con la misma naturalidad con que media hora antes firmaba suspensos de muerte sin pestañear.

Dicen las críticas que la actuación del protagonista es magnífica... Bueno, sobria lo es y comedida y discreta y depurada... No sé todos esos adjetivos que muchas veces justifican una inexpresividad y una frialdad pétreas. Supongo que el actor hizo lo que pudo, porque el guión no daba para más. A mi me parece que ese objetivo de explicar la situación de los inmigrantes, la angustia de los que han tenido que abandonar su país para integrarse en una sociedad donde no se les conoce y muchas veces se les desprecia, o, incluso, se les teme; la fragilidad de la incertidumbre de una vida entre la ilusión y las frustraciones; la soledad y el aislamiento en medio de las muchedumbres... Y, además, el miedo a todo eso y el miedo a perderlo, también.

Es una situación tan dramática, tan trágica a veces, que los personajes de esta película me parecieron solo eso: personajes. Una historia para pasar el rato y para entretenernos. Nada más. Nada que ver con lo que vemos en los telediarios o en nuestra vida corriente: en el Rastro de verdad o en ese Metro auténtico donde, cuando le vieron tocando el djembé con ardor guerrero, las muchachas chinas se sonreían, la familia ecuatoriana se echó una cabezadita, el chico africano bostezó, y los dos rumanos le miraron... pero nadie le creyó. Click, el timbre de la parada, nos bajamos en la realidad, hora de trabajar...
paki
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