Jonah Hill ya puede presumir de ser cabeza de cartel. Primera figura de una película hecha para su lucimiento personal que sin embargo se deja por el camino todo lo demas, que al final es lo que realmente cuenta.

Alguien que quiere ser una estrella en esto del cine debe apostar por ganarse personajes son un mímimo de vergüenza ajena, El caso es que Hill ya había demostrado que se mueve bien tanto en la más alocada comedia gamberra ("Supersalidos") como en los dramas más profundos ("Cyrus") y aclamados ("Moneyball"), y sin embargo se empeña en aparecer en esta película que tiene muy poco que aportar a un panorama plagado de estrenos.

Y como ya le habíamos visto en productos de calidad superior, nos atrevemos a ver hasta el final esta especie de road movie con niños tremendamente fallida. Su historia, típica por los cuatro costados, no deja de abusar de clichés que van desde la comedia escatológica hasta el melodrama de sobremesa, ese en el que niños y adulto llegan a una perfecta comunión prevista desde el principio.

Esperemos que éste sea el resbalón que toda estrella tiene cuando es joven, aunque en otros casos este desvío se produce cuando son casi desconocidos. Es por eso que extraña aún más la aparición de un Hill que, por otra parte, es el único reclamo de la pantalla.