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Finlandia Finlandia · Alicante/Alacant
Voto de Kosti:
7
Drama. Romance Cuando en 2011 se legaliza en Nueva York el matrimonio homosexual, Ben y George, que llevan 39 años juntos, deciden casarse. Poco después, despiden a George sin explicación alguna de la escuela católica donde enseñaba música, y pierden su piso en Chelsea. Una pareja gay de policías acoge a George, y Ben se va a vivir a casa de su sobrino, en Brooklyn. El verse obligados a vivir en casas ajenas, el esfuerzo por ser amables o la ... [+]
19 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nueva York puede ser una ciudad ruidosa, ajetreada y en ocasiones cargante, pero también puede suponer un remanso de paz, tranquilidad y delicada belleza. En este ambiente, y con un escenario como lo es dicha ciudad, es donde nos sitúa ‘El amor es extraño‘ (Ira Sachs, 2014). George (Alfred Molina) y Ben (John Lithgow) forman una pareja que llevan juntos casi 40 años. Cuando el matrimonio homosexual es legalizado en el estado, no dudan en formalizar su noviazgo. Pero lo que tendría que haber sido un momento que recordar toda la vida con alegría, trae a los ahora cónyuges un sinfín de problemas: el trabajo, el dinero y hasta el propio hogar se van volatilizando, y ambos se verán obligados a recurrir a sus amigos y parientes para encontrar refugio. Ira Sachs firma así su quinto largometraje en el que sigue empecinado en mostrarnos el lado más íntimo y amargo de las relaciones amorosas, y esperamos que siga así por mucho tiempo.

Lo primero que encontramos al abordar “El amor es extraño’ es precisamente eso, las rarezas del amor. Se nos presentan dos hombre maduros, enamorados, enfrentados a una rutina que se ha visto interrumpida por un momento que servirá de inflexión en su larga relación que pinta estable, serena y sana, casi como un sueño de hadas en un mundo repleto de rarezas. Alfred Molina y John Lithgow dan vida a esos dos personajes fuera de todo convencionalismo, entregados al mundo del arte, a un mundo donde la belleza y la delicadeza van dadas de la mano, una delicadeza que rezuma en cada fotograma. No estamos ante un drama romántico al uso, estamos ante un claro reflejo de lo que es la vida, una moneda que gira a su antojo dándonos caras y cruces a placer. En ese devenir de la historia, en el que las caras y las cruces se van turnando, es donde su director y también guionista, acompañado en este último aspecto de Mauricio Zacharias, que ya hiciera su trabajo junto a Sachs en ‘Keep the lights on’ (2012) o su colaboración en ‘Madame Satã’ (Karim Ainouz, 2002), saca a relucir esa delicadeza, a pesar del dramatismo que le insufla. No cuesta llegar a entender e incluso empatizar con sus dos personajes principales, y si me apuran, también con los secundarios. Sachs y Zacharias llenan la escena de historias, una por cada personaje. Es por eso que el protagonismo se expande, queda compartido, aunque unos y otros cobrarán más dependiendo de la percepción del espectador, y es ahí donde el guión hace un trabajo espléndido.

Molina y Lithgow juegan en toda esta historia un papel primordial. Si bien a Molina ya le habíamos detectado esa delicadeza en otros papeles, Lithgow ha sido toda una revelación. Sus papeles cómicos o en facetas más oscuras (recordándolo en la serie ‘Dexter’) hacían presagiar un personaje que se movería entre la comicidad algo sarcástica y un liviano dramatismo que sería difícil de percibir. Pero nada más alejado de la realidad: Lithgow es quien sustenta, a mi parecer, la carga dramática de toda la cinta, relegando a Alfred Molina a un papel de reparto. Claro que si tenemos en cuenta que Marisa Tomei acompaña a Lithgow en la mayoría de escenas, podríamos decir que más que una actuación se trata de un tandem interpretativo atípico y estimulante. Ella, que interpreta a la mujer del sobrino de Ben (Lithgow), una novelista de éxito, amante de su espacio y del silencio, se ve obligada a dar cobijo a éste en su hogar, un lugar que se convierte en el escenario clave de toda la película, cuatro paredes que son testigos de un declive familiar auspiciado por las desconfianzas y el hastío, todo ello insinuado, nunca mostrado, reflejo de esa delicadeza que mencionábamos, que alcanza una sutileza apabullante.

‘El amor es extraño’ es de esas historias que consiguen calar hondo sin apenas esfuerzo, de esas películas que consiguen transformar la pantalla en un espejo (o en una máquina del tiempo, dependiendo de la edad) y hacernos ver la realidad de la que somos (o podemos ser) víctimas, y de las que sin caer en la obviedad hacen brotar en el espectador esa sensibilidad que unos tienen a flor de piel y otros habían relegado al fondo de su subconsciente. El amor es lo que es y no hay más.

Para corazones blandos buscando un masaje cardíaco y para corazones duros ávidos de romper su coraza.
Lo mejor: La sorpresa que supone ver a John Lithgow en este papel, todo su reparto en general y la delicadeza que desborda su historia.
Lo peor: Su facilidad para romperte el alma, y cuando te quieres dar cuenta ya es demasiado tarde.
Kosti
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