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Voto de antonalva:
8
Drama Polonia, 1960. Anna (Agata Trzebuchowska), una novicia huérfana que está a punto de hacerse monja, descubre que tiene un pariente vivo: una hermana de su madre que no quiso hacerse cargo de ella de niña. La madre superiora obliga a Anna a visitarla antes de tomar los hábitos. La tía, una juez desencantada y alcohólica, cuenta a su sobrina que su verdadero nombre es Ida Lebenstein, que es judía y que el trágico destino de su familia se ... [+]
6 de abril de 2014
72 de 90 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hipnótica y encomiable película polaca que deleita al espectador con algunas de las imágenes más sutiles e impactantes – en su equívoca sobriedad – que haya ofrecido el cine reciente. El director y guionista, Pawel Pawlikowski, nos ofrece una serena elegía sobre el dolor añejo (y, sin embargo, obstinadamente presente), sobre la imposibilidad del olvido (por mucho empeño y obcecación que se ponga), sobre la dificultad de vivir el presente sin el amparo y consejo del pasado (por mucho que tratemos de rehuirlo), sobre la sensualidad y calidez de la vida en cualquiera de sus inesperadas manifestaciones (por obtusos e insensibles que seamos o nos propongamos ser), sobre el refugio de la vocación cuando al fin hemos comprendido la sinrazón de la vida y nos entregamos a lo trascendente.

Más allá de lo narrativo están las sensaciones y emociones que esta cinta evoca en el espectador, perplejo testigo de un viaje iniciático (kilómetros de búsqueda para desentrañar una historia, una obsesión, un destino obstinadamente velado) que parece que iba a trastocar una vida apenas iniciada pero que más bien consolida una certeza y una bondad que no está al alcance de cualquiera. No hay censura, ni juicio, ni temor, ni alegato, ni panfleto, ni discurso en esta sabia obra introspectiva que desvela las múltiples y dolorosas capas de la realidad hasta dejarnos conmovidos y devastados por lo esencial: o nos salvamos nosotros mismos o no nos salvará nadie. Los demás son meros comparsas baladíes cuando tomamos las riendas de nuestra vida y nos dejamos invadir por una certeza inefable que ofrece respuestas a preguntas ni tan siquiera entrevistas, ni remotamente formuladas.

Su ritmo telúrico, aparentemente premioso, esconde un volcán de emoción y una infinita gama de matices a poco que uno entre en esta sugerente propuesta que va contracorriente y ofrece un hermoso canto a la vida más allá de lo convencional, de lo previsible o de lo comúnmente aceptado como ‘adecuado’ o ‘bueno’ o ‘deseable’. Es esta honda convicción y respeto por los sentimientos íntimos e insoslayables lo que confiere una grandeza inesperada a la cinta, que nos llega a emocionar pese a la aparente frialdad de unas imágenes casi estáticas y ascéticas, pero que permiten apreciar los pliegos del corazón y adivinar cada uno de sus latidos.

Poderosa cinta de impecable factura y perdurable memoria. Muy recomendable.
antonalva
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