Coches que chocan, escenas de alto voltaje erótico, cicatrices y malformaciones, chatarra oxidada, sangre, sudor, semen...

Ante estos peculiares "ingredientes", David Cronenberg nos muestra una rara, enfermiza y vomitiva manera de buscar el placer tanto físico como espiritual. Un extraño grupo de personas que buscan el éxtasis, la catarsis suprema a través de los accidentes de tráfico. Esta idea, tan retorcida como siniestra da pie a una película tan perversa como poco convencional, magnífica por un lado y terrible por otro. Película necesaria de ver, aunque obviamente, no es una cinta para todo el mundo, por lo que no se la recomendaría a cualquiera.

El film, encumbrado por algunos y denostado por otros, nos abre una puerta hacia un mundo tan utópico como inconcebible, es decir, ¿puede llegar a existir realmente esa concepción del placer? ¿Existen de verdad gente que disfruta con el hecho de chocar su automóvil con otro?

Ante esta coyuntura sólo me queda reflexionar sobre qué es realmente el placer, y si de verdad el ser humano logra alguna vez en su vida experimentar ese placer extremo que se nos refiere en esta cinta. Hay gente que encuentra el placer en el sexo, en la meditación, en la naturaleza, en el deporte, ¿y por qué no decirlo?, en el cine. Pero si encuentras excitante la colisión entre dos coches... Háztelo mirar amigo.