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España España · Santa Cruz
Voto de Cinestres:
9
Drama París, 1968. Isabelle (Eva Green) y su hermano Theo (Louis Garrel), solos en la ciudad mientras sus padres están de viaje, invitan a su apartamento a Matthew (Michael Pitt), un joven estudiante americano, al que han conocido en un cine. Una vez en casa, establecen unas reglas para conocerse mutuamente, explorando emociones y erotismo a través de una serie de juegos extremadamente arriesgados. (FILMAFFINITY)
6 de agosto de 2007
127 de 146 usuarios han encontrado esta crítica útil
El Mayo de 1968 fue el mes de los que creían que otro mundo era posible, el mes de las utopías, el de los soñadores. Los vaticinios escritos por Aldous Huxley advertían de un planeta dominado por el consumo, la guitarra de Hendrix y las letras de The Doors se resistían a decir que había llegado el The End y las películas de Godard proponían una forma diferente de vivir y de hacer cine. Estos son solo algunos nombres que formaban parte de la ‘mitología’ de los jóvenes ‘sesenteros’. La filosofía que trasmitían estos artistas fue penetrando en la sociedad hasta formar parte del corpus ideológico de gran parte de ella. Este hecho es fundamental para comprender las razones del por qué se dieron en diferentes partes del mundo (París, Praga, Ciudad de México), de manera casi sincronizada, acontecimientos revolucionarios, iniciados en la mayor parte de los casos por estudiantes universitarios de clase burguesa. Isabelle y Theo son dos hermanos gemelos que no han cumplido la veintena, viven con sus padres en un típico apartamento parisino y acuden a diario a la Cinematheque francesa, en donde se proyectan películas que van desde los clásicos hasta las ‘nuevas olas’ del cine. Allí conocen a Matthew, un estudiante californiano que comparte con ellos su pasión por el séptimo arte y que cerrará el triangulo de soñadores. El marco en el que se desarrolla su amistad es un París desbordado por la corriente contestataria estudiantil. Pero Bernardo Bertolucci no cae en la simple reconstrucción histórica del Mayo del 68, sino que encierra a sus tres personajes en un apartamento para realizar una recreación de las revoluciones “puertas a dentro” que se llevaron a cabo en dicha época. Las transgresiones que se pueden observar en Soñadores están más relacionadas con la ruptura generacional, los gustos artísticos o el sexo que con la lucha por los derechos de los trabajadores o la oposición a la guerra de Vietnam. A pesar de ello Isabelle, Theo e incluso el aparentemente más ingenuo Matthew son personajes que desprenden una apabullante vitalidad, una forma diferente de lucha, producto de las revoluciones llevadas a cabo por los artistas que adoran y que se muestran a día de hoy como uno de los pocos triunfos que se cosecharon en esa década para combatir contra lo que Cortázar definía "la muerte climatizada del estado del bienestar".
Las múltiples citas cinéfilas sirven como recordatorios que evidencian que el arte, en este caso el cine, es más que un pasatiempo y constituye un lenguaje capaz de trasmitir las emociones de sus personajes al espectador haciendo que las interiorice y formen inevitablemente parte de su persona. Soñadores atrapa al espectador porque es una obra que tiene en sus cimientos la pasión que se siente por algunas cosas cuando se es joven. Pasión que con el paso del tiempo puede verse como la culpable de comportamientos erróneos o vergonzantes. Pero como sugiere Edith Piaf en la canción que cierra el film, no hay que arrepentirse de nada.
Cinestres
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