Han cogido la película protagonizada por Sarah Butler y le han quitado todo lo bueno, el ritmo vertiginoso, la inquietante puesta en escena, el humor negro. Si en la de 2010 las escenas de violencia eran cortantes, rápidas e impresionantes, aquí cada secuencia se alarga hasta la extenuación, con tal de dar protagonismo de una forma exagerada e innecesaria a los litros de sangre falsa utilizados. Tengo que admitir que puede que lo mío sea más el cine de acción, de derribo, de asalto de persecuciones, y que en las historias de miedo busco un dinamismo que aquí brilla por su ausencia. Personajes huecos, forzadamente desagradables e idiotas para una historia mal planteada y que aburre. La dirección parece amateur y la elección a la hora de plantear el enfrentamiento final deja claro de que al director le importa más lo estético que la narración en sí, pues una vez más prefiere centrarse en su recital de sangre y de casquería que en tratar de insuflar tensión narrativa.