Dos ninis envueltos en una relación sentimental, se ven inmiscuidos en un negocio al que no le ven el mayor problema de llevarlo a cabo —aun cuando la salud pública se encuentre en riesgo. Ambos deambulan en patineta por los suburbios de la ciudad y se transportan en metro. Sin tener un camino claro sobre su futuro, la relación se desequilibra cuando uno de ellos deja de tomarle importancia a su relación y a las lealtades de amistad con su contraparte, mientras que el otro entra en un estado de incertidumbre y comienza a demandarle más allá de lo posible en donde ambos han forjado las posibilidades de su interrelación.

Con una simple exposición y sin recurrir a marañas melodramáticas o bien del todo a complicaciones vacuas para lograr una película redonda, Hernández Cordón opta por una trama aparentemente habitual de una generación despreocupada que se va integrando inevitablemente a esa descomposición social que parece estar a la vuelta de la esquina y a la que parece ser, socialmente nos sigue superando sin control alguno.

Un director de origen guatemalteco que expone con su cine, sin tantos artificios. Con una constante evolución sigue logrando captar la atención necesaria para ser considerado de los nuevos directores con propuesta.