Corren los tiempos actuales y vemos la lejanía de los años 80, para ese momento lápiz y papel —que suponemos recobra momentos mayoritariamente amargos de la hija del reconocido cineasta Dario Argeno—. Asia, quien hoy al igual que su padre, toma como medio de expresión la cámara y recopila con tintes autobiográficos el egoísmo recalcitrante de su progenitor y de una madre fuera de sí, la que también se nota rebasada por los excesos, el ego y la frustración.

Asia Argento expone la otra versión del maltrato, la indiferencia, perpetrada por sus padres, hermanos y compañeros del colegio; la joven busca llamar la atención de todas las maneras posibles, no comiendo, cortándose el pelo, haciendo travesuras, deambulando por las calles o bien escribiendo algunos ensayos sobre su problemática a manera de metáfora. Indudablemente la medida más sospechada por el espectador pareciera ser la más efectiva.

Una película protagonizada por una niña que encuentra en cada escena la dureza de la indiferencia, coqueta con el ocio y sus consecuencias en un tiempo donde la candidez aun era latente. Pasados los años y en catarsis el filme es tan desgarrador como efectivo entre quienes visionamos.