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Thriller. Intriga. Cine negro
Gillie, una niña de doce años que vive en un pequeño pueblo británico, presencia casualmente un asesinato: Korchinsky, un marinero polaco, en un arrebato de ira, mata a su amante después de encontrarla con otro hombre. Gillie recoge el arma del crimen e intenta huir; Korchinsky consigue alcanzarla, pero es incapaz de hacerle daño. Entre ambos se crea un extraño vínculo afectivo, que lleva a Gillie a despistar a la policía para salvar a su nuevo amigo. (FILMAFFINITY) [+]
8 de junio de 2012
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Korchinsky (Horst Buchholz), un marinero polaco, vuelve a Inglaterra de una singladura más que ilusionado de reunirse con su novia Anya (Yvonne Mitchell), a la que ama y había estado mandando dinero desde esos puertos de Dios, durante la búsqueda de esta debido a que no la encuentra en el apartamento en el que la dejo y para cuyo alquiler mandaba ese dinero, conoce a Gillie Evans (Hayley Mills), una niña de 12 años gamberrilla y algo machorra (la vemos en unas escenas con unos niños que jugaban a vaqueros en la calle, muy contrariada por no tener una pistola de juguete con la que integrarse en el barullo) que le dice donde puede encontrar a su novia ya que se da la circunstancia de que comparte escalera con ella.
Korchinsky encuentra a una Anya cambiada, que grita y zahiere al apesadumbrado mozo diciéndole que ya no le quiere, que la deje en paz, que espera visita y que verdes las han segado, y ante lo mal que ve se lo toma el marinero saca una pistola de un cajón y le conmina a irse por donde ha venido, pistola que tras un forcejeo acaba en manos de él, que enajenado la dispara varias veces y la mata; todo ello contemplado por la niña Gillie a través de una ranura de la puerta a la que se había asomado atraída por las voces, tanto la escena del crimen como la huida de Korchinsky y lugar donde este esconde la pistola, y tras un cruce de miradas con el marinero, como coge el arma y con esa fruición de niña machorra deseosa de una pistola con la que jugar con los chavales del barrio, se la esconde entre las ropas y se la lleva.
Sigue en spoiler por falta de espacio:
Korchinsky encuentra a una Anya cambiada, que grita y zahiere al apesadumbrado mozo diciéndole que ya no le quiere, que la deje en paz, que espera visita y que verdes las han segado, y ante lo mal que ve se lo toma el marinero saca una pistola de un cajón y le conmina a irse por donde ha venido, pistola que tras un forcejeo acaba en manos de él, que enajenado la dispara varias veces y la mata; todo ello contemplado por la niña Gillie a través de una ranura de la puerta a la que se había asomado atraída por las voces, tanto la escena del crimen como la huida de Korchinsky y lugar donde este esconde la pistola, y tras un cruce de miradas con el marinero, como coge el arma y con esa fruición de niña machorra deseosa de una pistola con la que jugar con los chavales del barrio, se la esconde entre las ropas y se la lleva.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Todo esto a modo de presentación durante los primeros minutos de metraje, a partir de aquí, con Gillie no pudiendo negar que se encontraba en la escalera en el momento del crimen, mintiendo al inspector encargado de la investigación (su padre en la vida real, John Mills) sobre la apariencia física del tipo que mato a la mujer, y tras un encuentro con Korchinsky que la había seguido, estableciendo una relación muy particular con este, después de reconocer que no lo había denunciado para así poder quedarse con esa pistola con la que presumir con los demás niños, tenemos una de esas joyitas con las que J. Lee Thompson, ese artesano de la buena serie B que sin llegar a alcanzar el Olimpo cinematográfico de sus coetáneos Siegel, Frankeheimer, Peckimpah, Fleischer y demás (no están todos los que son, pero si son todos los que están) tantas y tan buenas horas de entretenimiento nos ha brindado a los que si le tenemos a la altura de los directores anteriormente citados, en la que a través de una gloriosa fotografía en blanco y negro y unos magistrales encuadres, nos brinda un "thriller con niño" (adaptación de una historia corta escrita por Noël Calef – autor también de la novela que dio lugar a aquella obra maestra de Louis Malle, "Ascensor para el cadalso 1958" – en la que el personaje de Gillie era un niño), realmente fascinante y entretenido, cuya mayor virtud es la atmósfera de cuento infantil y perverso que envuelve a la trama criminal, despojada, aunque parezca una paradoja, de enfoques pueriles o truculentos, y las excelentes actuaciones de un reparto en el que la verdadera estrella de la función es una Hayley Mills a los 12 años de edad, en el primer trabajo de su larga carrera (impagables y de un poderío abrumador las escenas en las que el detective que encarna su padre en la vida real - ya saben, John Mills – la acosa con duros interrogatorios), y siguiéndola muy de cerca, un apuesto y cautivador en su bonhomía de asesino a su pesar (otro que tal baila en cuanto a su lugar en el Olimpo cinematográfico) Horst Buchholz.
Súmese una buena banda sonora firmada por Laurie Johnson, lo trepidante y absorbente de su tramo final, y lo emotivo, y bien rodado de un final en alta mar (o como quiera que se denomine a esa zona situada en el límite entre aguas internacionales), en el que se le humedecen a uno los ojos a poco que te hayas implicado en la historia, y tenemos una película, que sin ser de las más conocidas de J. Lee Thompson, es de visión obligatoria para cualquier hijo de vecino (omito lo de cinéfilo a propósito por lo que tiene de excluyente el palabro, y las pocas simpatías que me provoca cuando lo oigo o lo leo como carta de presentación), que dado lo que cuenta y ser Hayley Mills la niña sobre la que gira la función, me lleva a recomendar otra joyita con muchos puntos en común con esta que nos ocupa: "Cuando el viento silba 1961" de Bryan Forbes.
Súmese una buena banda sonora firmada por Laurie Johnson, lo trepidante y absorbente de su tramo final, y lo emotivo, y bien rodado de un final en alta mar (o como quiera que se denomine a esa zona situada en el límite entre aguas internacionales), en el que se le humedecen a uno los ojos a poco que te hayas implicado en la historia, y tenemos una película, que sin ser de las más conocidas de J. Lee Thompson, es de visión obligatoria para cualquier hijo de vecino (omito lo de cinéfilo a propósito por lo que tiene de excluyente el palabro, y las pocas simpatías que me provoca cuando lo oigo o lo leo como carta de presentación), que dado lo que cuenta y ser Hayley Mills la niña sobre la que gira la función, me lleva a recomendar otra joyita con muchos puntos en común con esta que nos ocupa: "Cuando el viento silba 1961" de Bryan Forbes.