Es difícil definir qué es una buena película. Los parámetros son claramente subjetivos y todos tenemos derecho a expresar nuestra opinión. Pero lo que sí tengo claro es que esto es cine con mayúsculas. Lo que pasa en la pantalla es real, o se siente como real. A los diez minutos crees que estás mirando por una ventana la vida de estas dos personas. A los treinta crees conocerlos de toda la vida y al acabar sabes que no los olvidarás nunca. Para aquellos que piensan que no tiene buena fotografía, los actores no son actores o que el guión es previsible, siento decirles que no saben lo que es el cine. Con tantas mediocridades que se estrenan hoy en día con grandes presupuestos, "extraordinaria" fotografía, actores sobreactuados y millones gastados en efectos de ordenador merece la pena saber que el verdadero cine no ha muerto. Que unos irlandeses con cuatro euros, han sido capaces de emocionarnos como ningún pirata del caribe lo hará nunca. Lo más difícil del cine es trascender de la pantalla, rescatar un pedazo de vida, algo que sólo los grandes clásicos como Ford, Renoir y sobre todo Chaplin han conseguido en alguna ocasión. Pues bien John Carney en su modestia lo ha conseguido y sólo poniendo una cámara delante de dos personas , no personajes, que efectivamente no actúan como he leído en alguna crítica, sino que viven.