Si algo pienso de David Cronenberg es que en todas sus películas refleja un pesimismo malsano que da que pensar. Transforma lo que puede ser algo bonito o interesante en una pesadilla y no es precisamente un director que me apasione pero en algunos trabajos a demostrado una eficacia completa al reflejar como pocos el lado oscuro de un personaje tal y como hizo por ejemplo con “Una historia de violencia”. En esta película hace un tanto de lo mismo, transforma a un Científico que trabaja para el progreso y la sociedad en un ser egoísta y manipulador que termina absorbido por su propio trabajo, sucumbiendo al lado oscuro (no de la fuerza) que alberga dentro de sí mismo y al que quiere arrastrar a Geena Davis por la fuerza. Por mucho que el excelente maquillaje de Chris Wallas nos haga ver un monstruo, éste se apodera de él mucho antes de que lo delate su aspecto físico. Así pues Seth Brundle se diluye y termina por no saber quién o qué es. La metáfora social empleada por el director sobre la enfermedad, es lo que realmente asusta en esta lograda película, el temor de ser devorados por nuestros propios demonios, de perder el rumbo si algo nos pasase ¿cómo reaccionaría uno de nosotros ante una situación como esta? Tal vez sea una afirmación un tanto cogida por los pelos decir que se trata una vuelta de tuerca a Dr.Jeckyll y Mr.Hyde, pero desde luego existe una cierto paralelismo sin vuelta atrás en lo que representa un cambio de personalidad unido a un evidente cambio físico. Esta mosca de Cronenberg resulta incómoda por su atmósfera, es delirante y definitivamente genial.