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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Aventuras. Acción La misteriosa desaparición de dos submarinos nucleares exige la colaboración de los mejores agentes de los servicios secretos británico y soviético: James Bond y la mayor Amasova. Detrás de todo se encuentra el magnate Stromberg, que se propone destruir a la humanidad para fundar una nueva civilización bajo el mar. (FILMAFFINITY)
26 de diciembre de 2014
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si es, James Bond, el que se fascina con la espía rusa Anya Amasova; si es él quien la protege y quien se expone a que ella le mate por haber eliminado antes a su novio; y si es él el que está dispuesto a salvarla a riesgo de morir por ella… ¿Por qué titular en español a esta película como “La espía que me amó”?. ¿Fue el ego inglés el que reclamó esta traducción o fue la premura de nuestros tituladores que, a veces, se arriesgan sin ver previamente las películas? Lo que si es plenamente cierto, es que a los productores les dio ese cosquilleo británico que se resiste a reconocer abiertamente que las mujeres rusas son fascinantes, demasiado fascinantes, y entonces se negaron a llamar a una auténtica actriz nacida en Moscú o sus alrededores -de esas que harían babearse a Bond- y prefirieron a una newyorkina, hija de un policía y regularcita actriz, como es Barbara Bach.

Curiosamente, la novela original -décima obra que publicara Ian Fleming- salió a la luz, en 1962, con el título “El espía que me amó”. Pero, la explicación del cambio, podría estar por el lado de los enredos y limitaciones del idioma inglés, en el cual, el artículo The, es traducible como el, la, lo, los, las, y en este contexto caben, El o La, según sea el capricho de quien traduzca. O quizás obedece a que, Fleming, al publicar esta novela -y cansado de que las películas nunca fueran fieles a lo que él escribía-, estableció una cláusula que permitía usar el título, pero no el argumento, en caso de una adaptación cinematográfica. Y como la historia que escribieran, Christopher Wood y Richard Maibaum, no se parece en nada a lo que contara en su obra, también al título se le dio ese pequeño (e inelegante) giro. Es decir que, éste, en muy pero muy poco, es lo que pudiera llamarse un Bond-Fleming.

Con un amén a estas disquisiciones, es necesario decir que, “LA ESPÍA QUE ME AMÓ”, es desde todo punto de vista, un grato entretenimiento que, a los recalcitrantes anticomunistas, debe de haber sorprendido y molestado tremendamente, cuando ingleses y rusos lucen cogidos de la mano y estrechamente unidos por una misma causa: Averiguar quien se está apoderando de sus submarinos, pues, súbitamente ha desaparecido uno inglés y otro ruso.

Y ¡sorpréndanse!, el agente (espía) 007, va a trabajar a brazo partido y muy unidito con la agente (espía) XXX (¡qué morbosidad!) para desenmascarar a Karl Stromberg, cuya nacionalidad es fácil deducir, además de que a él si lo representa un auténtico ario, Curd Jurgens. Imagino a Fleming revolcándose en su tumba, pues, libres los productores de contar lo que quisieran, se libraron de la rancia estrechez ideológica del regularcito escritor, y puestos a tono con el momento histórico, lucieron progresistas y se desbordaron en el presupuesto para brindarnos un espectáculo de alto vuelo por donde se le mire. Le falta algo de solidez a la historia (pues la escena del gordo atrapando a Bond por la corbata y a punto de caer al abismo, es un atentado contra las leyes de la física. Y el eterno caso del hombre que quiere acabar con la humanidad “para construir un mundo mejor”, es un desvarío contra las leyes humanas), pero, como espectáculo de acción, sets de lujo, comedia ligera y chicas deslumbrantes (aunque también algunas lucen harto cosificadas), el director Lewis Gilbert, nos asegura dos distencionantes horas en las que, semi-apagado el cerebro, se pasa de lo lindo como suele ocurrir con buena parte de esta serie que, al mismo tiempo, y bien enchufado el sentido crítico, también sirve para entender el alto grado de decadencia que aún padece la cacareada cultura inglesa.

Y como la psicología ha probado que, entre los tipos muy mujeriegos suele camuflarse un incontenible impulso homosexual, para borrar toda duda sobre este Bond-Moore que ya luce bastante mayorcito -y para quienes no vieron “Al servicio secreto de su majestad”-, aquí se nos recordará que él estuvo casado, pero su esposa fue asesinada. En “Solo para sus ojos” se insistirá en recordar esto y entonces veremos, a un “constante” James, llevando flores a la tumba de su esposa Teresa, quien murió en 1969, a la corta edad de 26 años (rebaja incluida). Y se espera que ya, a nadie, le queden dudas sobre la virilidad del 0-0-7.

James Bond volverá…
Luis Guillermo Cardona
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