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Voto de Luis Guillermo Cardona:
7
Ciencia ficción Treinta años atrás, el profesor Georg Manfeldt fue ridiculizado por sus colegas cuando asegura que hay más oro en cualquier montaña de la Luna que en la Tierra. Pasadas esas tres décadas, Wolf Helius retoma la idea e intenta construir un cohete para ir a la Luna. Al proyecto se van uniendo más personas. Una empresa que controla el mercado del oro se compromete a financiarlo, pero tiene unas intenciones ocultas: poder controlar la oferta ... [+]
10 de noviembre de 2011
16 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fue, Georges Meliés, el primer realizador cinematográfico que imaginó su propia aventura con dirección al satélite de la tierra cuando, en 1902, realizó “El viaje a la luna”, una encantadora fantasía, desbordante de imaginación. De seguro, Meliés, como luego Fritz Lang, sabían del libro de Jules Verne “De la tierra a la luna”, porque todos ellos, como muchos entre nosotros, alguna vez sentimos en lo más profundo del corazón, el deseo de viajar a aquella luminosa esfera que tan fascinante resulta cuando nos sentimos embriagados de romanticismo.

Y creo que es esto lo que, finalmente, interesa a Fritz Lang en esta historia que comienza como un complot donde, un grupo de poderoso$ malandrines, con el único afán de apoderarse de la supuesta riqueza aurífera existente en la luna, está dispuesto a expropiar, amenazar y matar, con tal de hacer parte del proyectado viaje que tienen entre manos el científico Georg Manfeldt y el profesor Wolf Helius.

Con estos, terminarán en la nave, una pareja de astrónomos comprometidos en matrimonio (Friede Velten y Hans Windegger), y junto a ellos, Walter Turner, el representante de los ambiciosos… y un polizón inesperado que aparecerá luego.

Infortunadamente, Lang dedica mucho tiempo en la exposición de la incipiente técnica astronáutica, a la que él mismo junto a su esposa y guionista Thea von Harbou, dedicó largas horas indagando cuanto había… pero no era todavía lo suficiente. Esto lleva a que la película, en sus aspectos científicos, luzca hoy un tanto primitiva y hasta risible para particulares espectadores, cuando bastaría asumir un pequeño esfuerzo de ubicación en la época, y sobre todo, una cierta capacidad de trascender la parafernalia, para poder disfrutar de una historia que nos ofrece personajes de gran solidez moral, de notable calidez humana, y con diáfanos propósitos en beneficio de la ciencia.

La suerte de triángulo amoroso que se da entre Wolf, Friede y Hans, es manejado con gran holgura moral, dejando ejemplarizado un esquema de comportamiento que luego repetirían otros notables realizadores. El sentimiento y el comportamiento asumido contra el agresor, develan una apreciable fortaleza espiritual; y la lealtad a la amistad se asume con gran entereza por todos los protagonistas.

Queda reconocer que algunas composiciones escénicas están muy bellamente logradas. Hay espacio para, al menos, un par de entretenidas notas humorísticas. El efecto visual de la transformación de Turner está muy bien logrado, y queda ese gusto a toque humano que, en mi caso, supera casi cualquier fallo técnico.

Si entiendes que más allá de lo físico hay cosas mucho más relevantes, estoy seguro que disfrutarás viendo “LA MUJER EN LA LUNA”.
Luis Guillermo Cardona
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