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Voto de Luis Guillermo Cardona:
6
Drama En un colegio para sordos, los problemas habituales de cualquier centro docente se ven agravados por la dificultad que implica el trato con jóvenes acostumbrados al aislamiento. Cuando, además, un profesor se siente atraído por una empleada del centro, la situación se complica por las imprevisibles reacciones de la muchacha. (FILMAFFINITY)
31 de agosto de 2012
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando uno pregunta ¿por qué algunas personas nacen con discapacidades? Encuentra muchos tipos de respuesta. Si le preguntas a un médico, quizás te diga que la causal son ciertas deficiencias en el proceso de gestación. Si indagas con personas de ciertas sectas seudoreligiosas, de seguro te dirán que es un castigo que la persona recibe a consecuencia de la ley de karma. Y si le preguntas a un escéptico, es muy posible que afirme que eso se debe a que la vida es injusta. Lo que yo creo, es que los seres humanos –hijos Todos de un Dios Grande y Único- nacemos diferentes porque, para cada uno, el universo tiene planes diferentes. Y estoy seguro de que todos, absolutamente todos, son planes de la más alta relevancia. El hecho de que ciertas diferencias o carencias las asumamos como una desgracia, obedece tan solo a los modelos conceptuales que ordinariamente maneja una u otra sociedad, y por supuesto, a los patrones de personalidad que haya aprendido cada individuo.

En mi ocasional trabajo con discapacitados, he podido escuchar de labios de algunos frases muy acertadas: “No es el mundo el que tiene que adaptarse a mi –me decía un joven parapléjico-, sé que soy yo el que tengo que adaptarme al mundo, pues no son los demás sino yo el que luzco extraño”. Y una encantadora chica invidente confesaba: “La discapacidad te vuelve el primero en todo, te prestan más atención y siempre hay alguien dispuesto a ayudarte. De esta manera he aprendido a querer muchísimo a la gente”. Y puedo asegurarlo, la discapacidad es la escuela que la vida les brinda a ciertas personas, para que se preparen mediante la superación, a un maravilloso servicio que se les tiene asignado. De ellas mismas y de su entorno, dependerá que consigan llevarlo a cabo.

Marlee Matlin, la joven americana con hipoacusia severa desde los 18 meses, lo ha logrado: Ahora es una estrella, se ganó un premio Tony por su representación en la versión teatral de la obra adaptada luego al cine, y también como protagonista del filme de Randa Haines, se ha llevado el premio Oscar a la mejor actriz. Pero, infortunadamente, “HIJOS DE UN DIOS MENOR” no alcanza para mostrar sus logros como consagrada servidora en importantes instituciones de ayuda a los niños, y centrado en la obra de Mark Medoff, se dedica a enseñarnos a una preciosa joven de 21 años, con demasiada repulsa ante la vida por algunos hechos del pasado. Después, el filme se convierte en un romance entre el instructor y la alumna, donde escasos momentos logran poseer algún brillo, mientras el resto resulta como una nube a escasos minutos de la fuerte lluvia. Y para ser una historia donde se habla en LS (lengua de señas) hay excesivos diálogos, demasiado manoteo y tediosas “traducciones” cuando, en su comportamiento natural, esta clase de personas suele conseguir magníficos y expresivos silencios.

Una exigente actuación de William Hurt –quien también se merecía el Oscar, pero su premio fue quedarse con la actriz-, sus logros en el habla de algunos de sus alumnos y una notable banda sonora es, junto a la grata presencia de Marlee Matlin, lo mejor que puedo rescatar de un filme al que le faltó una dirección más fuerte y una historia con matices más iluminados.

Título para Latinoamérica: “TE AMARÉ EN SILENCIO”
Luis Guillermo Cardona
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