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Voto de Natxo Borràs:
6
Drama Léo Lauzon es un niño que vive en un humilde barrio de Montreal, atrapado en una sórdida existencia. Cada noche intenta evadirse por medio de los recuerdos, los sueños y su desbordante imaginación, pero la cruda realidad familiar interrumpe siempre sus fantasías: tiene un padre obsesionado por la salud intestinal de toda la familia, un hermano culturista que vive preso del miedo, dos hermanas que padecen trastornos mentales, un abuelo a ... [+]
15 de febrero de 2010
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama surrealista que en el momento de su estreno suscitó polémica, precedida por una notable aceptación de público y crítica. La película de Jean-Claude Lazón, que fallecería en un trágico accidente aéreo cinco años más tarde, se desenvuelve en la infancia y la juventud de Léolo Lauzon (Maxime Collin) un niño imaginativo e incapaz de asumir la cruda realidad que le ha tocado vivir; una familia al borde de la locura y regida por unas disciplinarias obsesiones domésticas (entre ellas defecar constantemente con el fin de regular bien la salud de todos).

Léolo se entretiene en escribir su diario sus citas y frases poéticas, algunas con claras alusiones amorosas a su vecina Bianca (Giuditta Del Vecchio) y al margen de lo que ocurra en el mundo exterior; las sucias calles de los suburbios de Montreal, acaba convenciéndose de que él es el fruto de un espermatozoide fecundado en un tomate siciliano listo para ser exportado y en el que su oronda madre (Ginette Reno) fue a parar por accidente tropezando y cayendo sobre un montón de jugo rojo, en dónde se resguarda tan grata semilla. Su nacimiento a un nuevo mundo que no quiere pertenecer llevará al chico al borde de su abismo personal sustituyendo su apellido por Lozzone. Solamente un anciano aficionado a recopilar textos y conocido como el Domador de Palabras (Pierre Bourgault) se interesará en el proceso de autoaprendizaje de Léolo.

Innegable película de culto, bien desarrollada de principio a fin pero que decae en algunos excesos demasiado reflexivos (los pensamientos del joven protagonista) y la insistencia en retratar la sencillez del mundo real en él que vive, tal vez una pequeña muestra de gratitud que tuvo el malogrado director quebequés con el neorrealismo italiano.
Natxo Borràs
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