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España España · Madrid
Voto de keizz:
8
Thriller Madrid, agosto de 2007. Curro entra en prisión tras participar en el atraco a una joyería. Era el conductor, y el único detenido por el robo. Ocho años después sale de la cárcel con ganas de emprender una nueva vida junto a su novia Ana y su hijo, pero se encontrará con una situación inesperada y a un desconocido, José.
29 de septiembre de 2016
70 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
El conocido actor Raúl Arévalo debuta como director, y lo hace con una contundencia sorprendente, creando un thriller con sabor a la España de los años 80 pese a estar ambientada en la actualidad, forjando un film seco, incómodo y brutal, que anuncia a un director que seguro que dará mucho que hablar.

“Tarde para la ira” no va entrando poco a poco, lo hace desde la primera secuencia. La escena inicial es una inyección que hace que entres en la película de golpe, sin calentar. Una bofetada de cine para que no desvíes la vista de la pantalla durante el resto del metraje. El atraco, la detención, unos títulos de crédito muy tarantinianos, y ya estás totalmente entregado a todo lo que va a venir a continuación.

Tras la bofetada inicial, Arévalo va poniendo las piezas delante del espectador, una por una. El bar, Ana, José, el padre en el hospital, una pulsera, la cárcel… y no deja que el público enlace todas las piezas de la trama hasta la mitad de la película, cuando todo gira hacia una dirección espeluznante y sin retorno.

Durante esa primera mitad, no puedo evitar recordar el cine quinqui de los años 80 por ese retrato del Madrid suburbial y esa jerga tan característica. Pero en la segunda parte de la película es el espíritu de Sam Peckinpah quien toma las riendas de la película, la cosa se pone seria, y uno no da crédito a que lo que está viendo en la pantalla sea obra de un director español novel.

Hay un gran trabajo en la construcción de los personajes. Habitantes de los barrios más desfavorecidos de Madrid, perdedores que viven más en la taberna que en casa, fracasados de la vida que buscan la gloria sobre el tapete ganando una ronda de cubatas al mus. Complejos seres que acumulan derrotas y sed de venganza, personas a quienes la vida ha mimado poco y cuyo destino parece estar escrito.

Las interpretaciones de estos personajes son todas excelentes, pero por supuesto uno se queda fascinado por la mirada helada de Antonio de la Torre, quien compone un personaje taciturno e inolvidable que va desarrollándose y evolucionando en cada escena, a medida que avanza la película. De la Torre demuestra un poderío interpretativo inconmensurable, con una contención y frialdad que no cualquiera lograría transmitir. Grandioso.

A su lado, Luis Callejo vuelve a demostrar que es uno de los actores españoles en mejor forma, y Ruth Díaz poniendo de manifiesto que es una actriz que debería ser tenida mucho más en cuenta. Y no puedo evitar mencionar la corta pero inolvidable aparición de Manolo Solo, que en los diez minutos que aparece se cuela en la memoria del espectador para siempre. Muy grande.

Arévalo gusta de los planos secuencia y nos deleita con varias escenas apabullantes de cámara en mano combinadas con un montón de primeros planos rodados con elegancia y una sabiduría impropia de un novato. Todo ello aderezado con una magnífica ambientación y una música muy flamenca, muy de barrio, para evocar, una vez más, ese cine español de hace treinta años en el que los protagonistas eran chavales macarrillas destinados a morir en algún atraco o por sobredosis.

Todo funciona bien en esta película. Los personajes turbadores, la trama perfecta que combina el thriller con el drama intenso, el fondo en el que se plantea el sentido que tiene la venganza, y donde acaba ésta y empieza el ensañamiento. La tristeza que desprenden la vida rota de José por lo que le pasó hace ocho años, la vida rota de Curro tras pasar por la cárcel y su dolor por no poder retomar lo que dejó, la vida rota de Ana confundida entre amores equivocados y una juventud que ya se le ha escapado en vano. Vidas rotas, y las que faltan por romperse.

Excelente película. Inesperada sorpresa. No sobra ni falta nada. No hay una escena superflua ni un momento prescindible. Es dura, arriesgada y precisa. Es tensa, arrebatadora y desoladora. Estoy seguro de que dentro de unos años presumiré de haberla visto de estreno.

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keizz
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