Poesía pura, lirismo visual, estética sombría y oscura, belleza en cada plano y en cada calle de Los Ángeles del noviembre de 2019, en cada rincón sumamente oscuro y a la vez proyecta una insólita y descomunal belleza. Gente por las calles, de cualquier tribu urbana, logotipos comerciales y kanjis japoneses brillando a la luz de Neón. Nos invitan a comprar videojuegos Atari o quizás a tomarnos una Coca Cola mientras nos sonríe en la inmensa pantalla una hermosa Geisha. Cosmopolitismo, interlingua, una suerte de español con alemán y japonés que hablan todos los cyberpunk de L.A.

Y en medio de todo eso, los Replicantes, más humanos que los humanos, creados por la Tyrell corporation (si que han prosperado desde Juego de Tronos) los Nexus6 evadidos y perseguidos por un implacable y duro policía, el Blade Runner Rick Deckard. Descubriendo su humanidad en el proceso.


Esto es el cyberpunk, la belleza en la distopía, los ciberimplantes y la dependencia tecnológica con baja calidad de vida, lo épico y lo trascendental, la fusión de culturas, la humanidad, las pasiones.

Y por ende, esto es Blade Runner, la mejor película de ciencia ficción que se ha filmado, basada en la genial novela de Philip K Dick, ¿Sueñan los Robots con Ovejas Electrónicas? Riddley Scot se presenta como uno de los mejores artistas, en esta poesía sombría y oscura. Harrison Ford se alza como el genial protagonista de la cinta, clavando a la perfección su ambigüedad moral. Obra maestra, sublime y sobre todo el mejor ejemplo del género Cyberpunk.