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Voto de TOM REGAN:
6
6,3
19.970
Thriller. Terror
Will y Eden perdieron a su hijo años atrás. La tragedia afectó su relación de forma irreversible, hasta el punto de que ella desapareció de la noche a la mañana. Un día, Eden regresa a la ciudad; se ha vuelto a casar y en ella parece haber cambiado algo, convirtiéndola en una presencia inquietante e irreconocible incluso para Will.
4 de mayo de 2016
59 de 84 usuarios han encontrado esta crítica útil
79/20(28/04/16) Sugestivo film de la neoyorkina Karyn Kusama, premio en Sitges, en su cuarta realización edifica su mejor trabajo, una modesta producción indie, demuestra buen manejo de la tensión latente, crea un crescente ambiente enrarecido que va calando al espectador poco a poco, una reflexión sugerente sobre el dolor vital, sobre la angustia existencial que nos provoca una perdida. Partiendo de un guión del binomio Phil Hay Matt Manfredi (ambos “Furia de Titanes” o “Aeon Flux”), la premisa es nada original, una cena de antiguos amigos en la casa de uno de ellos en la que salen a relucir fantasmas y resquemores del pasado, se me vienen a la mente “Reencuentro”, “Los amigos de Peter” o la más reciente y también premiada en Sitges “Coherence”, lo interesante aquí es el enfoque de thriller psicológico en constante tensión, gracias a que todo los veremos a través de un tipo con trastornos y depresión, que le derivan en paranoia, y no somos capaces de discernir si la desconfianza del protagonista tiene fundamento o es fruto de su inquieta mente. El escenario casi único es un elemento más que hace que nos introduzcamos en la claustrofobia anímica del protagonista, y este nos lo transmite intensamente. Lástima que cuando llega el tramo final la historia descarrile por senderos facilones, atropelladamente, como queriendo gustar a más gente, muy acomodaticio el clímax.
Will (Logan Marshall-Green) acude con su nueva pareja, Kira (Emayatzy Corinealdi) a una cena para varios amigos comunes que ha organizado su ex mujer, Eden (Tammy Blanchard), en el antiguo domicilio de ambos. Hace un par de años que Eden y Will no se ven, a causa de una separación que se intuye dolorosa y que estuvo ligada a una tragedia familiar. Él todavía se encuentra atormentado por ello, es presa de sentimientos de furia y culpa con los que ha de bregar día a día. Eden vive ahora con una nueva pareja, David (Michiel Huisman), su ex agasaja a los invitados a la cena con una actitud positiva, resuelta a que nada enturbie su felicidad. Ello sume a David en un estado de paranoia que le lleva a pensar, para incomodidad del resto de los presentes, que hay un motivo oculto para la celebración, más allá del reencuentro de viejos conocidos. Otros comensales son Tommy (Mike Doyle) y su novio Miguel (Jordi Vilasuso), Ben (Jay Larson), Claire (Marieh Delfino), Gina (Michelle Krusiec), Choi ( Karl Yune ) Sadie (Lindsay Burdge), y Pruitt (John Carroll Lynch).
Posee un ritmo sereno, todo sucede de modo natural, con dosificación de datos, con conversaciones que navegan entre lo trivial y lo profundo, siempre pasado por el filtro del protagonista Will, con lo que pensamos que algo raro pasa en esta casa, demasiado buenismo, nos produce incomodidad, su inquisidora mirada nos hace tensionarnos en los silencios, en los gestos, en las sonrisas, en los abrazos, en esta almibarada reunión, pero también pude ser todo fruto de la perturbada mente de Will, esto nos hace mantenernos alerta y observadores. La historia aborda con inteligencia los momentos de choques, de enfrentamientos, derivando en vibrantes situaciones cargadas de dureza, mediante las cuales se construye un clima áspero, opresivo, cuasi-pesadillesco, recordando por momentos a la buñueliana “El Ángel Exterminador”. La cinta desborda ambigüedad, juega con el espectador con su percepción, con sus prejuicios, con sus susceptibilidades, todo bajo el prisma de la débil visión de Will, que ausculta con perplejidad un microcosmos extraño, demasiado cariño a su alrededor que el nota forzado, la mujer desinhibida que se le ofrece sexualmente, las pastillas de su ex, su ex haciendo muecas frente a un espejo, el amigo que no ha llegado, o el tipo que cuenta abiertamente que mató a su mujer durante una discusión, todo (para él) huele raro. Ingenioso como nos dosifican la información referente a la relación entre Eden y Will, no nos lo dan masticado, con lo que mediante pequeñas referencias sabremos lo que provocó la separación traumática entre la pareja.
El film nos habla de temas profundos, hace una reflexión sobre el dolor anímico, sobre la depresión por una gran pérdida, sobre el cómo afrontarla, sobre echarnos la culpa, sobre los recuerdos que nos asfixian, sobre la fragilidad de nuestras almas, sobre seguir en la lucha diaria, sobre la paranoia, sobre la negación del dolor, sobre las comunas de autoayuda, y sobre todo sobre la vida y la muerte.
En el apartado de las taras: Lo defectuoso de esta interesante propuesta es que llegados al punto de resolverse todo te deja mal sabor de boca, tira por senderos muy trillados, muy sobados, como tirando de manual, de un molde ya muy manido, con lo que para mí es anticlimático, previsible, con lo que te sientes un tanto estafado al creer que la inteligencia con la que están regadas fases del film también tendría su rush final, pues me equivoqué. También hierra en construir personajes secundarios con alma, son meras figuras decorativas, la pareja gay, la chica asiática e incluso la novia de Will, meros comensales a una cena en la que pintan. Tampoco el ritmo resulta constante hay algunas caídas que te alejan y te distancian, desconcertándote un poco. (continua en spoiler)
Will (Logan Marshall-Green) acude con su nueva pareja, Kira (Emayatzy Corinealdi) a una cena para varios amigos comunes que ha organizado su ex mujer, Eden (Tammy Blanchard), en el antiguo domicilio de ambos. Hace un par de años que Eden y Will no se ven, a causa de una separación que se intuye dolorosa y que estuvo ligada a una tragedia familiar. Él todavía se encuentra atormentado por ello, es presa de sentimientos de furia y culpa con los que ha de bregar día a día. Eden vive ahora con una nueva pareja, David (Michiel Huisman), su ex agasaja a los invitados a la cena con una actitud positiva, resuelta a que nada enturbie su felicidad. Ello sume a David en un estado de paranoia que le lleva a pensar, para incomodidad del resto de los presentes, que hay un motivo oculto para la celebración, más allá del reencuentro de viejos conocidos. Otros comensales son Tommy (Mike Doyle) y su novio Miguel (Jordi Vilasuso), Ben (Jay Larson), Claire (Marieh Delfino), Gina (Michelle Krusiec), Choi ( Karl Yune ) Sadie (Lindsay Burdge), y Pruitt (John Carroll Lynch).
Posee un ritmo sereno, todo sucede de modo natural, con dosificación de datos, con conversaciones que navegan entre lo trivial y lo profundo, siempre pasado por el filtro del protagonista Will, con lo que pensamos que algo raro pasa en esta casa, demasiado buenismo, nos produce incomodidad, su inquisidora mirada nos hace tensionarnos en los silencios, en los gestos, en las sonrisas, en los abrazos, en esta almibarada reunión, pero también pude ser todo fruto de la perturbada mente de Will, esto nos hace mantenernos alerta y observadores. La historia aborda con inteligencia los momentos de choques, de enfrentamientos, derivando en vibrantes situaciones cargadas de dureza, mediante las cuales se construye un clima áspero, opresivo, cuasi-pesadillesco, recordando por momentos a la buñueliana “El Ángel Exterminador”. La cinta desborda ambigüedad, juega con el espectador con su percepción, con sus prejuicios, con sus susceptibilidades, todo bajo el prisma de la débil visión de Will, que ausculta con perplejidad un microcosmos extraño, demasiado cariño a su alrededor que el nota forzado, la mujer desinhibida que se le ofrece sexualmente, las pastillas de su ex, su ex haciendo muecas frente a un espejo, el amigo que no ha llegado, o el tipo que cuenta abiertamente que mató a su mujer durante una discusión, todo (para él) huele raro. Ingenioso como nos dosifican la información referente a la relación entre Eden y Will, no nos lo dan masticado, con lo que mediante pequeñas referencias sabremos lo que provocó la separación traumática entre la pareja.
El film nos habla de temas profundos, hace una reflexión sobre el dolor anímico, sobre la depresión por una gran pérdida, sobre el cómo afrontarla, sobre echarnos la culpa, sobre los recuerdos que nos asfixian, sobre la fragilidad de nuestras almas, sobre seguir en la lucha diaria, sobre la paranoia, sobre la negación del dolor, sobre las comunas de autoayuda, y sobre todo sobre la vida y la muerte.
En el apartado de las taras: Lo defectuoso de esta interesante propuesta es que llegados al punto de resolverse todo te deja mal sabor de boca, tira por senderos muy trillados, muy sobados, como tirando de manual, de un molde ya muy manido, con lo que para mí es anticlimático, previsible, con lo que te sientes un tanto estafado al creer que la inteligencia con la que están regadas fases del film también tendría su rush final, pues me equivoqué. También hierra en construir personajes secundarios con alma, son meras figuras decorativas, la pareja gay, la chica asiática e incluso la novia de Will, meros comensales a una cena en la que pintan. Tampoco el ritmo resulta constante hay algunas caídas que te alejan y te distancian, desconcertándote un poco. (continua en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
La puesta en escena dentro de la frugalidad de localizaciones resulta atractiva y un buen arma para emitir las sensaciones requeridas, con un excelente diseño de producción de Almitra Corey (“Asalto al tren Pelham 1 2 3”), aprovechando al máximo las posibilidades de esta casa en las colinas de Los Ángeles, con sus cristaleras, escaleras, comedor, que gracias a la notable fotografía de Bobby Shore (“La verdad”) se va convirtiendo poco a poco en más oscura y pequeña, con un uso tenue de los colores, jugando con la semioscuridad, con suaves travellings, con muy expresivos primeros planos que sacan lo mejor de las actuaciones, con algunos desenfocados que nos inquietan. Se suma la música de Theodore Shapiro (“Tropic Thunder”), con melodías metálicas que contribuyen a zozobrarnos, además de una estimulante selección de canciones.
Logan Marshall-Green realiza una muy sentida actuación, sabe llevar el peso de nuestro enfoque, expresa con naturalidad su dolor y angustia mezclado con la desconfianza que atisba a su alrededor, su mirada y gesto sutil es formidable en su expresividad. Michiel Huisman como el ambiguo anfitrión está maravilloso, exhibe carisma, carácter, flema, contención, con esa sibilina media sonrisa, su amabilidad, su cordialidad imperturbable, muy bueno. Tammy Blanchard como Eden deja buenas sensaciones, pero en algunos momentos se excede en la sobreactuación. John Carroll Lynch como el misterioso Pruitt lo borda son un personaje misterioso, intrigante, de pose amable y simpática. El resto como he dicho no aprovechan su tiempo para dejar huella.
Spoiler:
Momentos recordables: El inicio con Will atropellando por accidente un coyote en la carretera, como al verlo moribundo decide sacrificarlo para deje de sufrir, en lo que es una alegoría de la historia que veremos; El video que David pone sobre la pérdida de un ser querido, este está en fase terminal y vemos un ritual de cómo afrontar serenamente la muerte, estremecedor; la inquietante chica que acosa sexualmente a Will en el jardín, desconcertante; Cuando Will recibe un mensaje de un amigo que no ha llegado a la cena, se escama, y monta una escena truculenta con los anfitriones, y de pronto llega la persona del mensaje, quedando con el culo al aire Will; La trémula visita que Will hace al cuarto de su hija fallecida.
Durante siglos, el ser humano encontró alivio ante el trauma en el poder de sedación de la religión, desplegado en doble vertiente: la del apoyo de la comunidad, la de la promesa de una vida más allá de la muerte. Sin embargo, en época fundamentalmente agnóstica, atea o de creencias poco labradas y nada practicantes, se abre camino otro tipo de apoyo y consuelo supuestamente más acorde con tiempos corren: el de las reuniones de afectados, el de la catarsis en comunidad, el de gurús de la autoayuda, el de religiones 2.0, con su marketing y su publicidad, el de las sectas. [dixit]
Recomendable cinta que entretiene con un tema de calado emocional, pero que no sabe ofrecernos un final a la altura de las buenas prestaciones que habíamos percibido en mucho metraje. Fuerza y honor!!!
Logan Marshall-Green realiza una muy sentida actuación, sabe llevar el peso de nuestro enfoque, expresa con naturalidad su dolor y angustia mezclado con la desconfianza que atisba a su alrededor, su mirada y gesto sutil es formidable en su expresividad. Michiel Huisman como el ambiguo anfitrión está maravilloso, exhibe carisma, carácter, flema, contención, con esa sibilina media sonrisa, su amabilidad, su cordialidad imperturbable, muy bueno. Tammy Blanchard como Eden deja buenas sensaciones, pero en algunos momentos se excede en la sobreactuación. John Carroll Lynch como el misterioso Pruitt lo borda son un personaje misterioso, intrigante, de pose amable y simpática. El resto como he dicho no aprovechan su tiempo para dejar huella.
Spoiler:
Momentos recordables: El inicio con Will atropellando por accidente un coyote en la carretera, como al verlo moribundo decide sacrificarlo para deje de sufrir, en lo que es una alegoría de la historia que veremos; El video que David pone sobre la pérdida de un ser querido, este está en fase terminal y vemos un ritual de cómo afrontar serenamente la muerte, estremecedor; la inquietante chica que acosa sexualmente a Will en el jardín, desconcertante; Cuando Will recibe un mensaje de un amigo que no ha llegado a la cena, se escama, y monta una escena truculenta con los anfitriones, y de pronto llega la persona del mensaje, quedando con el culo al aire Will; La trémula visita que Will hace al cuarto de su hija fallecida.
Durante siglos, el ser humano encontró alivio ante el trauma en el poder de sedación de la religión, desplegado en doble vertiente: la del apoyo de la comunidad, la de la promesa de una vida más allá de la muerte. Sin embargo, en época fundamentalmente agnóstica, atea o de creencias poco labradas y nada practicantes, se abre camino otro tipo de apoyo y consuelo supuestamente más acorde con tiempos corren: el de las reuniones de afectados, el de la catarsis en comunidad, el de gurús de la autoayuda, el de religiones 2.0, con su marketing y su publicidad, el de las sectas. [dixit]
Recomendable cinta que entretiene con un tema de calado emocional, pero que no sabe ofrecernos un final a la altura de las buenas prestaciones que habíamos percibido en mucho metraje. Fuerza y honor!!!