Ver sobrevolar las cometas en el cielo de cualquier país desde Oriente Medio a la India, nos muestra que la ilusión está muy por encima de la realidad a ras de suelo.
Porque esto es esta película, un canto a la ilusión y la amistad. Reflejada a lo largo de la vida de varias personas.
Su ubicación en Afganistán es una circunstancia más de ella, no nos intenta adoctrinar de nada, ni decirnos quienes son los buenos y los malos de la película, nos muestra una realidad en el contexto en el que se desarrolla la acción.
Lo importante es la rectificación del protagonista hacia sus propios miedos, que acaba venciendo, cuando defiende al hijo de su amigo ante su suegro, requiriéndole que no le llame más Hazara, que tiene un nombre y que no consentirá que lo llamen de otra manera.
La película basada en un estupendo libro, se acerca mucho al significado que en él se quiere expresar. Lo mejor de ella esa sensación de que todavía todo es cambiable y que cualquier situación por espantosa que sea siempre se puede mejorar, lo más flojito la falta de emotividad en los actores infantiles que no muestran en toda su crudeza y belleza la amistad que se procesaban los protagonistas.