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Voto de El Fauno:
9
8,1
43.550
Drama
A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
17 de junio de 2008
78 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Existen películas que te hacen reír, otras que te hacen llorar, otras que te enternecen, otras que te hacen olvidar la realidad, otras que te hacen consciente de su injusticia, otras que sencillamente te tocan el alma y su centro mismo. Existen muchos tipos de películas pero solo unas pocas tienen el privilegio de adentrarse con honestidad, humildad y ante todo Verdad, en los más apreciados rincones de tu memoria. En mi caso, “El hombre Elefante” ha sido una de ellas. Me ha hecho derramar amargas lágrimas, que sé que Lynch me ha sacado sin trampa ni cartón, sin sensiblerías ni efectismos, sino con la más devastadora de las realidades. La de un Ser Humano, que ante todo era eso, una persona. Un hombre que tuvo la desgracia de nacer deforme, que fue víctima del patetismo, la inmundicia, la injusticia y la decadencia humanas, testigo de cómo las personas podemos ser a veces tan sumamente merecedoras de desaparecer de la manera más cruel posible de este mundo, teniendo en cuenta los actos que somos capaces de cometer sin piedad ninguna. Mentiría si dijera que no he sentido nada, que no he pensado nada, que no he querido pegarle un tiro en cada ojo a todas y cada una de esas personas que tan cruelmente trataron a John Merrick, a los que le miraron y se rieron de él, a los que humillaron, a los que le maltrataron. Sería hipócrita decir que realmente no he sentido la necesidad de hacerlo. Tal vez parezca exagerado para algunos verme pronunciar palabras tan tajantes en torno a una película. Pero no es demasiado descabellado si tenemos en cuenta que estos hechos ocurrieron y ocurren diariamente a muchas, muchísimas más personas de las que si quiera podamos imaginar. Para desgracia de los que tienen un poco de decencia y corazón, todavía quedan personas en el mundo capaces de los más terribles actos. Personas capaces de maltratar a una joven de 16 años en el sótano de una casa y hacer partícipes a sus hijos de semejante depravación, personas capaces de matar su vecino por una simple disputa, personas capaces de maltratar y aún matar a su antigua pareja por puros celos y por pura cobardía, personas capaces de burlarse sin piedad ninguna de otra hasta el punto de provocar su suicidio. Si… realmente somos patéticos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y películas como esta me lo confirman. Sencillamente me dicen que, si, podemos enseñar la felicidad máxima a una persona que jamás en su vida la ha conocido hasta entonces, podemos construir civilizaciones, podemos crear obras de arte de una belleza sobrecogedora, películas que nos toquen el corazón, cuadros que nos remuevan el alma, canciones que nos ericen la piel, libros que nos hagan viajar, atardeceres que se conviertan en instantes mágicos, manos que se entrelacen, besos apasionados en mitad de una playa, instantes de lo que significa la verdadera hermosura de la vida humana, de sus mágicos detalles y momentos. Pero verdaderamente no sé si todo eso compensa el daño que somos capaces de hacer. Se puede tardar años en pintar un cuadro, siglos en levantar un imperio pero solo un segundo en destruirlo. Es algo aplicable a casi todo. La creación no es instantánea, la destrucción si. Un corazón roto puede cicatrizar pero la muestra del daño siempre permanecerá. Probablemente divague, sé que lo hago, pero necesitaba desahogar todas las reflexiones que esta obra maestra me ha provocado. El eterno dilema de si somos merecedores del preciado bien de la vida, o realmente deberíamos desaparecer de este mundo para no acabar destrozándolo por completo, a él mismo y a las personas que lo habitamos.
John Merrick lo supo en el último momento. Se dio cuenta de que nunca podría conocer felicidad más hermosa y efímera que esa. Sabía, o al menos intuía, que a final la crueldad volvería por otra vía, porque en la vida real siempre sucede. Decidió aprovechar el momento más feliz de su existencia, para morir con toda la dignidad que la humanidad le había arrebatado durante toda su vida.
Se acabó… Nada morirá Jamás…
John Merrick lo supo en el último momento. Se dio cuenta de que nunca podría conocer felicidad más hermosa y efímera que esa. Sabía, o al menos intuía, que a final la crueldad volvería por otra vía, porque en la vida real siempre sucede. Decidió aprovechar el momento más feliz de su existencia, para morir con toda la dignidad que la humanidad le había arrebatado durante toda su vida.
Se acabó… Nada morirá Jamás…