Hay que admitirlo. Lucy entretiene, pero su guión es más ilógico que un ciego con perfil de Facebook. Hay dos opciones: o entras en su juego y la aceptas tal y como es, o sacas el Punset que llevas dentro y la pones a parir. Si eliges la primera la disfrutarás, sin demasiadas pretensiones. Si eliges la segunda acabarás pensando que Luc Besson nos ha tomado a todos por tontos.

La trama gira en torno a una joven estudiante que, en contra de su voluntad, se ve envuelta en una operación de contrabando de drogas. Después de ser capturada y secuestrada por la mafia asiática, acaba trabajando como conejillo de indias y es obligada a experimentar con nuevas drogas. Accidentalmente, una de estas sustancias entra en contacto con su cuerpo, ocasionando en ella una terrible reacción celular que le hace aumentar su capacidad cerebral hasta límites insospechados...

A pesar de su escaso rigor científico, hay que reconocer que Besson sabe seducirnos con su propuesta, y siempre es agradable ver interpretar a Scarlett Johansson, sobre todo haciendo de superheroína, un papel que a priori parecía que no cuadraba con ella. En cuanto a Morgan Freeman, digamos que le da un toque de sensatez a la película, aportando una buena interpretación como ya nos tiene acostumbrados.

En definitiva, Lucy es una película amena y llena de buenas escenas de acción. Que sí, que su argumento parece que lo ha escrito un mono y no se lo cree nadie, pero al fin y al cabo se trata de ciencia ficción...