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Voto de Kyrios:
7
Drama. Thriller John Grant, un excelente profesor que llega a una ciudad de mineros situada en un inhóspito desierto, decide pasar allí la noche antes de coger un avión para Sydney. Pero pasan cinco noches y parece que Grant se está acercando poco a poco a la autodestrucción. Cuando los efectos del alcohol empiezan a distorsionar su percepción de las cosas, surgirá un aspecto de su personalidad muy poco agradable, que se traduce en un gran desprecio por sí mismo. (FILMAFFINITY) [+]
20 de febrero de 2015
17 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Wake in Fright (Despertar en el Infierno, 1971) es una película de nacionalidad australiana (en realidad, una coproducción) dirigida por Ted Kotcheff (que no nació en Australia, sino en Canadá). Se trata de un filme desconocido para el público mayoritario (incluso para el espectador con una cultura cinéfila más amplia) y sin embargo, resulta sumamente atractivo. Tan atractivo como una pesadilla.

A pesar de que leyendo la sinopsis nunca definiríamos el filme como perteneciente al género de terror, lo cierto es que la película tiene en esencia una idiosincrasia muy cercana al ámbito del horror. Y no sólo por los métodos que emplea, sino sobre todo por los resultados que consigue. Visionar Despertar en el Infierno resulta una experiencia tan terrorífica como ver El Ángel Exterminador (El Ángel Exterminador, 1962). Y como veremos más adelante, el filme de Kotcheff comparte ciertas semejanzas con el de Buñuel.

La historia, que tiene unos toques surrealistas bastante importantes, nos cuenta las aventuras de un joven profesor, que debe realizar un viaje a Sidney. Sin embargo, lo importante del filme no lo encontramos en su destino final (que por cierto, sobre el que nunca llegamos) sino en el desarrollo del camino. Nuestro protagonista se ve atrapado en una aldea rural, de la que no podrá salir. Poco a poco se irá integrando con una serie trabajadores rurales con los que entre ellos surgirá una atracción más que enigmática.

Como decía anteriormente, hay algo en el filme que nos acerca a la película de Buñuel. Nuestro personaje nunca es obligado a punta de pistola a seguir bebiendo y a formar parte del ecosistema rural. Sin embargo, de alguna manera de la que nunca somos capaces de adivinar, hay una especie de supra estructura que mantienen atado a nuestro personaje a ese círculo de autodestrucción. Parece como una trampa para osos, que se coloca en el momento en que nuestro protagonista entra en la sala de las apuestas, y que inmediatamente lo atrapa para no soltarlo hasta el último momento. Secuencia, la de la sala de apuestas, rodada de manera brillante (abstrayendo a nuestro protagonista sobre el ruido y la fiesta con unos fondos negros que recortan su silueta mágicamente).

Nuestro protagonista, interpretado por Gary Bond, es un personaje que aparece definido en los primeros compases del filme como un hombre bastante culto y formal. Típica clase media perteneciente a una ciudad pequeña. El viaje, cambia totalmente su vida. Se integra en un tipo de ambiente del que precisamente siempre parece haber rehuido y al igual que las diferencias entre su comportamiento y el de los hombres del pueblo. No define, nuestro cineasta, precisamente un lugar amable, sino todo lo contrario. El proceso de asimilación que se produce en nuestro protagonista está totalmente pintado como una pesadilla de la que resulta imposible escapar. El filme propone una inmersión en un Modus vivendi, que al igual que para nuestro protagonista, resulta totalmente extraño y amargo para el espectador. La secuencia más significativa de este proceso la encontramos en la famosa caza de canguros. Y es que los hombres del pueblo llevan a nuestro protagonista a realizar una caza de este animal. Ahí nuestro protagonista deberá abatir con sus propias manos uno de estos animales para demostrar que a pesar de sus prejuicios iniciales, es en realidad una bestia más como los aldeanos.

Formalmente la película recoge un tono abigarrado y totalmente excesivo. Pero es que si la propuesta formal no funcionara, nunca habríamos entendido lo que pretende transmitir el filme. En efecto, cualquier recurso es poco para Kotcheff, cuando nos muestra el sinsentido de la situación de nuestro protagonista. Desde los constantes fundidos en blanco, que simbólicamente tienen la intención de, aparentemente, reiniciar la situación (como el despertar de una borrachera), un montaje desenfrenado en determinados momentos (primeros planos fijos de las caras de los habitantes, colocadas una detrás de otra) o la utilización de fondos totalmente abstractos.

Algunos han definido la película como un intento de nuestro protagonista por adentrarse y ser aceptado en la sociedad rural, dominada exclusivamente por los hombres[1] (pensemos en el papel de la mujer en el pueblo y las connotaciones homosexuales que se desprenden en más de una secuencia). Lo único que hace nuestro protagonista durante los días en los que se encuentra en este pequeño pueblo es lo mismo que tópicamente se dice de por ejemplo, los Hillbilly sureños de Norteamérica o en nuestro caso más concreto, la España profunda: Berrear ante una mujer, tomar cerveza y cazar animales.

El espacio donde transcurre la acción, cobra una función simbólica y vital en el filme. El desierto de Australia, es un reflejo del inmenso proceso de autodestrucción por el que se adentra nuestro protagonista. Las secuencias iniciales que nos muestran el páramo desolado se graban a fuego en la memoria.

[1] V.V.A.A, Passionate Histories: Myth, Memory and Indigenous Australia, Ed. Anu E Press, Canberra 2010

https://neokunst.wordpress.com/2015/02/20/despertar-en-el-infierno-1971/
Kyrios
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