La nueva película de Farhadi, que le ha valido su segundo premio Oscar en cinco años, lo lleva de regreso a Irán con otra historia de una pareja a la cual una situación confusa se convierte en una amenaza.

Un matrimonio debe desalojar el edificio de su departamento ante la posibilidad de que éste se venga abajo, ambos son actores de teatro y están montando ‘La muerte de un viajante’, él además es maestro, y gracias a un compañero consiguen alojarse temporalmente en un departamento.

Ellos desconocen que la anterior inquilina era una prostituta que ha dejado todas sus cosas dentro, hasta que una noche todo cambia, mientras él está ausente y ella se encuentra dándose un baño, un intruso entra en su departamento desatando un hecho violento que cambiará sus vidas para siempre.

Farhadi construye un relato atrapante a partir de ese hecho violento, donde la mujer se resguarda en su vivienda presa del miedo, mientras el marido es acechado por la culpa y un deseo de conocer al agresor, aunque sin tener bien en claro la reacción a tener frente a él.

La tensión y el suspenso se van incrementando lo mismo que la obsesión del hombre por encontrar al culpable, en un espiral que va enredando las emociones de ambos personajes hasta llegar a un punto en el que se darán cuenta que se ha creado una grieta entre ambos que los vuelve incapaces en ponerse de acuerdo para ponerle fin a la situación.

Farhadi consigue ir tejiendo de manera sutil una trama que por momentos se asemeja a un thriller a partir del desencuentro de una pareja que se desmorona, con actuaciones contenidas y una gran pericia narrativa.

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