Todos los cañones lucían listos para destrozar esta especie de spin-off de la magnífica obra de James Wan, ‘El Conjuro’, sin embargo la Annabelle de John R. Leonetti es una digna película, si, un par de peldaños por debajo, pero que no desmerece ante el universo creado por la obra de Wan.

Todo sucede en 1969, John, un joven médico da como regalo a su esposa Mia, embarazada y por dar a luz, una muñeca que completaría su colección personal. Una noche despiertan al escuchar gritos en la casa de los vecinos, quienes han sido asesinados por fanáticos pertenecientes a una secta satánica.

John acude a ver lo sucedido con sus vecinos mientras Mia es sorprendida cuando llamaba a la policía, los asesinos están en su casa y la atacan, John vuelve y detrás de él la policía que abaten a los dos fanáticos, uno de ellos, Annabelle Higgins, hija desaparecida de los vecinos asesinados y ahora parte de dicha secta, muere teniendo en brazos a la muñeca.

Cierto es que ‘Annabelle’ no es ‘El Conjuro’, donde predominaban los clímas asfixiantes construidos sin la necesidad de recurrir a viles golpes de efecto, pero es que tampoco existe tal abuso en ‘Annabelle’, o por lo menos no de manera preponderante como en la mayoría del cine de terror actual.

Y tampoco Annabelle es Chucky; el tratamiento de la posesión del muñeco como vehículo a la vida de las almas diabólicas se ubica en las antípodas, tanto en su narrativa como en la forma en la que se los filma.

Leonetti se lo toma en serio, consigue, en cambio, generar tensión en más de un par de escenas utilizando perfectamente el espacio del edificio donde viven sus personajes, con muchos momentos que conectan con ‘Rosemary’s Baby’, el clásico de terror de Polanski que se estrenó en la época en que sucede esta historia.

‘Annabelle’ deja todo listo para la esperada secuela de ‘El Conjuro, esa si dirigida por James Wan. Una (sorpresivamente) buena película de terror, que hará pasar buenos sustos a todo aquel que se deje llevar.