Hay un tipo de películas de terror que juegan a que lo sobrenatural está detrás del misterio que rodea a los personajes, para rápidamente dejar el suspenso de lado y mostrar sus cartas reales, siendo el caso de ‘Havenhurst’.

Tras la desaparición de su mejor amiga, quien residía en el edificio Havenhurst, Jackie (Julie Benz), una mujer recién dada de alta por alcoholismo, se muda a dicho edificio, donde la propietaria (Fionnula Flanagan) suele darles cabida a personas en rehabilitación, no sin antes advertirles que a la primera recaída serán desalojados, llegando precisamente al departamento que ocupaba su amiga desaparecida.

Jackie empieza a notar que en el edificio viven pocas personas, y que tras haber fallado en su rehabilitación desaparecían de manera inmediata, por lo que, con la ayuda de un detective (Josh Stamberg), y de una niña que habita el mismo edificio (Belle Shouse), buscarán desenmarañar el misterio que envuelve el inmueble.

De entrada, hay que concederle demasiado a la trama para poder asimilar el verosímil que la película propone, como aceptar las casualidades que propone el guion y que se antojan poco probables, tales como que la protagonista llegue a vivir justo al departamento de su amiga desaparecida, que todas las habitaciones cuentan con cámaras y nadie se da cuenta, las habitaciones sufren varios deterioros que son remediados casi por arte de magia, además de los personajes “malos” a los cuales desde su primera aparición se adivina que no son de fiar, excepto para los personajes de la película.

Además de la falta de tensión, la película adolece del factor sorpresa ya que el espectador muy temprano podrá intuir cual es el misterio que rodea al edificio y algo más acerca de los malévolos personajes, por lo que el relato va perdiendo interés.

Una película donde el terror no hace su aparición, que malgasta el gran escenario y la atmósfera natural del lugar, y que termina por volverse más aburrida que otra cosa.


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