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España España · TOLEDO
Voto de MAFALDA:
8
Drama En una zona en guerra, en la que los cascos de las Naciones Unidas tratan de controlar la situación, varios personajes viven sus propios conflictos; Sophie (Mélanie Thierry) quiere ayudar a la gente, Mambrú (Benicio del Toro) quiere volver a casa, y Katya (Olga Kurylenko) quiso una vez a Mambrú. Por su parte Damir (Fedja Stukan) quiere que la guerra termine, Nikola (Eldar Residovic) quiere un balón de fútbol, y B (Tim Robbins) no sabe ... [+]
2 de septiembre de 2015
24 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Transcurre durante la guerra de Kosovo o cualquier otra guerra. El paisaje bélico siempre es el mismo: edificios bombardeados, carreteras cortadas, carencia de agua, luz y alimentos, soldados de uno y otro bando por doquier, civiles que sufren las consecuencias del conflicto y muertos, muchos muertos.

En ese escenario, un grupo de cooperantes intenta cumplir con el nombre de su ONG, “Aid across frontiers”, para lo cual tiene que enfrentarse a todo tipo de contrariedades: las órdenes estrictas de las Fuerzas de Paz de la ONU, los famosos cascos azules, encargadas de mantener la paz en zonas de conflicto haciendo que se respeten escrupulosamente los tratados internacionales, el ejercito local que reivindica su autoridad en la zona, la desconfianza de la población para quien la palabra extranjero equivale a problemas, la falta de recursos e incluso a vacas supuestamente explosivas.

¿Qué cual es su misión? Algo tan aparentemente fácil como sacar del único pozo no minado de la zona un cadáver que alguien, no se sabe quien, ha tirado dentro para corromper el agua y dejar sin abastecimiento a las poblaciones cercanas. Pero el muerto es grande y gordo y la soga delgada, por lo que al tratar de izarlo se rompe.

A partir de ahí empieza una odisea para el grupo de cooperantes que, mientras recorren las carreteras del país en busca de una cuerda que les permita terminar su trabajo, reflexionan sobre sus vidas y lo que esperan de ellas: Sophie, joven, idealista, soñadora, solo quiere ayudar a la gente; Damir, el interprete, quiere que la guerra termine de una vez; Nikola, el niño, quiere su pelota aunque no para jugar con ella; Mambrú, el seductor mujeriego, quiere volver a casa junto a su novia que desconfía de su promesa de serle fiel, sobre todo si tiene al lado a Katya, con quien tuvo una aventura en el pasado, que únicamente quiere una disculpa de Mambrú por haberla engañado; el perro quiere comer y que lo suelten; B… bueno B no sabe muy bien lo que quiere.

Tras ver la película leí las opiniones de algunos críticos y aquí va la mía de simple aficionada: ¡me ha encantado!

Fernando León de Aranoa, ese director que suele elegir como título de sus películas y documentales una sola palabra que condensa el contenido (“Barrio”, “Princesas”, “Caminantes”, “Familia”), y que cuando se explaya y elige más de una lo convierte en una expresión que pasa a formar parte del acervo popular (“Los lunes al sol”), nos ofrece en “Un día perfecto” una historia tan absurda en ocasiones como dura y emotiva en otras.

Parece que la película, claramente pacifista, no profundiza en lo escabroso y apenas pasa de puntillas por los temas que pretende denunciar. Y sí, entiendo que algunos la tilden de fría y superficial aunque no lo comparta. Rascando un poco entenderán porque a esa actitud aparentemente distante que adopta León de Aranoa yo no lo llamo falta de compromiso sino tacto: él muestra el abismo y nos deja decidir si nos quedamos en el borde o nos lanzamos a lo más profundo.

La historia busca, creo que deliberadamente, ser apta para todos los públicos por lo que evita herir la sensibilidad del espectador aunque sin esconder su intención antibelicista. Teniendo eso en mente, Fernando realiza auténticas filigranas para narrarnos los malabarismos diplomáticos que exige la pacificación de un conflicto bélico, el sufrimiento de los que lo padecen, la impotencia de los que intentan ayudar, el horror en fin, de esta guerra y de todas las guerras.

¿Y cómo nos lo cuenta? Con un entretenido formato de road movie recubierto de mucho humor. En ocasiones negro pero humor al fin y al cabo, no solo necesario sino imprescindible para seguir adelante. Un sentido del humor que se refleja, por ejemplo, en Mambrú( “Mambrú se fue a la guerra.¡Qué dolor, qué dolor, qué pena!), el nombre del personaje que interpreta un fascinante y carismático Benicio del Toro, fuertemente criticado por algunos pero que a mí me arranca una infantil sonrisa nostálgica al mismo tiempo que una adulta media sonrisa irónica por una elección que tiene más miga de lo que parece:

Un sentido del humor que se muestra en los hilarantes diálogos que alcanzan su culmen cuando son Benicio y Tim Robbins, fantásticos ambos, quienes están en escena.

“La película tiene más capas que una cebolla. (...) Una obra casi maestra. (...)”, escribe José Manuel Cuellar en el Diario ABC. Yo, que suscribo completamente sus palabras, reniego, sobre todo, de los que atacan la elección de la música acusándola de romper determinados momentos. Lo hago porque si algo me parece excepcional en esta película es la banda sonora.

Cristales rotos, techos derrumbados, desolación... Sí, las imágenes tienen potencia visual por sí mismas, pero los “Sweet Dreams”, en la tétrica voz de Marilyn Manson, confieren a la destrucción del “Home sweet home” un fiero dramatismo.

Y si Manson canta al horror, Marlene Dietrich entonando, con su voz profunda e irrepetible, “Where have all the flowers gone?” de Pete Seeger, mientras cae la lluvia que parece arrastrar todo lo malo que hay en el mundo, canta a la melancolía y la pena.

Una sucesión circular de preguntas que reflejan lo absurdo e inutil de la guerra.

Una letra dura en la que, con un ritmo que se eleva por momentos para volver a descender como un gemido, cada verso termina con un desconsolado: “¿Cuándo aprenderán?”.

Un triste lamento que la gran diva alemana elevó a la categoría de obra de arte.
MAFALDA
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