Estos creadores no tienen la juventud de los primeros títulos, hoy tienen una madurez prodigiosa y una sabiduría que entonces no tenían. Yo me sentí tan a gusto disfrutando de estas aventuras cargadas de acción y de humor inteligente que no veo más que superaciones.

No me sentí defraudado porque no fui a buscar la continuidad de nada: ansié reencontrarme con el doctor Jones y lo descubrí pletórico de ideas, ambiciones, deseos de jugar a muchas cosas, a casi todo, aunque hayan pasado tantos años, a no darse por vencido, a apechugar con estos años cincuenta tan de Spielberg y Lucas.

El reparto, óptimo. La acción trepidante, un sello de la casa, porque así ha sido siempre, con momentos que cortan la respiración; el vaivén de la historia con su ambición de puzzle y su homenaje a muchos clásicos, admirable. Pero, sobre todo, lo más encomiable es lo bien que estos grandes del cine-espectáculo se emocionan riéndose de sí mismos sin dejar de correr los peligros de las mayores aventuras.

Es que este Indiana Jones reclama unas grandes ganas de reírse de uno mismo subido en lo más alto de la montaña rusa, dispuesto a acompañar adonde sea y como sea a esta pandilla fabulosa de malos y buenos. Una gozada a la que hay que asistir sin prejuicios. No hay peor enemigo que el aficionado obsesivo. Acércate libre de ataduras y verás lo bien que lo pasas con Indi y sus enmarañadas aventuras.

Es verdad que este cine ha desaparecido. Hace mucho tiempo que no disfrutaba de una de estas que apetece ver varias veces para disfrutar múltiples detalles de producción, de interpretación... Desde el primer Indiana Jones hasta aquí, muchos imitadores malos, algún ejercicio divertido, pero nada comparable. Nadie ha sido capaz de personaje similar con este estilazo de la factoría Spielberg.