Todo el mundo ha visto Pretty Woman. Miles de películas y series de televisión han homenajeado la secuencia en la que Julia Roberts se va de compras. Cualquier persona del planeta te podrá decir de qué va. Es un clásico comercial moderno, sin duda.

Garry Marshall dirige Pretty Woman dejando para el recuerdo un sinfín de situaciones. Lo cierto es que el guion de J.F. Lawton da muchísimo juego y brinda al director la oportunidad de divertir al espectador con unos personajes bien construídos que viven una experiencia bastante original. Ese guion lo aprovecha Marshall gracias a una interesante puesta en escena para hacer de Pretty Woman una película cuidada que, por momentos, se sale de los clichés del género a pesar de que la base sigue siendo la misma (enamoramiento - problema - reconciliación). Marshall se mueve sorprendentemente bien cuando debe retratar a la alta sociedad y es ahí donde se producen tanto los momentos más dramáticos como los más cómicos. Hay varios aciertos que hacen crecer a la película: el diseño de vestuario, la elección de la (mítica) banda sonora, los cuidados interiores y, sobretodo, la elección del reparto. Entre las curiosidades de la película puede destacarse el cambio que sufrió el primer borrador (en el que el millonario maltrataba a la prostituta) hasta convertirse en el guion que conocemos, las escenas en las que se ve el cuerpo de Julia Roberts pero no la cara (rodadas por una doble con más curvas) o el cambio del título que se pensó al principio (iba a llamarse 3000 $ y al final se adoptó el nombre de la canción que canta Roy Orbison).

Julia Roberts había empezado hacía poco en esto del cine pero su trabajo en Pretty Woman fue fabuloso. Entendió a la perfección lo que se le pedía a su personaje y lo convirtió en una interpretación muy superior a las que vemos en el género. Richard Gere, actor que tenía ya más recorrido, también hace un muy buen trabajo con un personaje que volvió a colocarle en la primera fila tras haber fracasado algunos de sus trabajos posteriores a Oficial y caballero. De los secundarios, destacar el buen hacer de Héctor Elizondo, la siempre impresionante presencia de Ralph Bellamy y la acertada interpretación de Laura San Giacomo. Jason Alexander, por otra parte, no está a la altura, ya que protagoniza lo que acaba desembocando en el segundo giro y lo hace sobreactuando de forma evidente.

Resumiendo, que es gerundio: Pretty Woman no es un clásico al estilo Matar a un ruiseñor, pero es un clásico. Un clásico moderno de gran éxito en taquilla y que crearía escuela. Una película romántica con comedia y drama más cuidada que las que se hacen ahora en serie en una fábrica de plagios. Hubo un tiempo en el que hasta el cine ligero tenía agallas para ser original, pero de esa época queda poco en estos tiempos. Muy poco, por desgracia.