Gran presencia la de Vanessa Redgrave, repleta de tanto coraje como de ternura. ¡Qué sorpresa tan agradable la de encontrarse aquí a Maximilian Schell! Qué odioso personaje el de una jovencísima Meryl Streep... Otro peso pesado: Jason Robards en una interpretación de carisma jugando el rol de la serenidad, de la sensatez en persona. El sabio retirado al mar y al campo, alejado del ruido de las urbes y de esa progresión irreversible hacia la guerra en unos tiempos aciagos para su lírica.

Impecable dirección artística, vestuario y ambientación. La puesta en escena de época es sobresaliente; cuidada hasta el último detalle.

Lilian -Jane Fonda- es una afamada escritora de teatro norteamericana. Julia -Vanessa Redgrave- una estudiante de medicina que, tras cursar estudios en Oxford se traslada a Viena para formarse en la escuela de Freud. Pero además, es una mujer, -apasionada, viva, alegre y soñadora-, que ya de niña, -de niña rica-, rechaza injusticias y miserias allá donde las ve, las intuye o se cuecen. Bien en El Cairo, en los propios sótanos del fastuoso castillo escocés de la madre, -donde la servidumbre se hacina en cuartos sin ventanas y apenas dependencias para el aseo- o en Viena y Berlín, ante la inminente llegada de un tiempo monstruoso que lo destruyó todo y que casi se lleva consigo a un mundo entero.

De sus juegos de niñas, hilvanado historias y soñando juntas, nace la vocación de Lilian. El amor por la literatura y el teatro es el legado que Julia deja a su amiga en vida. Se lo deben todo la una a la otra y por eso, ponerse en la piel de Lilian, -siendo judía- y quien por lealtad se mete de lleno en la boca del lobo conspirando junto a Julia en sus sabotajes contra el nazismo y el horror que predice, es tanto como poner una mano en el fuego y dejarse abrasar viva si falta hiciese. Por una amistad devota y correspondida que trasciende a la pantalla en risueñas muecas de cariño y gestos cómplices. Un amor fraterno, malentendido por el depravado círculo cultureta de Broodway: donde Lilian estrena sus obras de teatro.

Nunca un viaje en tren fue tan angustioso como el de Lilian hacia Julia en, apenas un lapso de tiempo -unos minutos eternos- cargado de tensión, detenido, y durante el cual, el peso de la enorme interpretación de Fonda nos hiela, como a ella, la sangre.

Imprescindible alegato sobre la amistad, pura y sincera. Quien observe algún atisbo o barrunte sobre una soslayada atracción sexual entre dos mujeres en esta película se equivoca de principio a fin.

Lástima que en cintas como esta, algunos no vean el bosque por impedírselo dos árboles y un par de prejuicios.