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Voto de Miquel:
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Terror. Fantástico. Intriga
El Profesor Henry Harrington (Maurice Denham), un investigador de sectas que venía denunciando las actividades demonológicas del Dr. Karswell, muere en un extraño accidente. El psicólogo norteamericano John Holden (Dana Andrews), que se encuentra de visita en Londres, es bastante escéptico respecto a cuestiones tales como la brujería y las sectas satánicas, a pesar de lo cual investigará el caso, con la colaboración de la sobrina del difunto. (FILMAFFINITY) [+]
16 de mayo de 2011
31 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película de terror i horror realizada por Jacques Tourneur (1907-1977) (“La mujer pantera”, 1942). El guión, de Charles Bennett, Hal E. Chester y Cy Endfield (no acreditado), adapta el relato breve “Casting of the Runes” (1904) de Montague Rodes James (1862-1936). Se rueda entre el 9 de noviembre y el 22 de diciembre de 1956 en Inglaterra (Londres, sala de lectura del Museo Británico, aeropuerto de Heatrow, los llanos de Salisbury, etc.) y en los Associated British Picture Studios (Elstree, Borehamwood). Producido por Frank Bevis para Sabre Films Production y Columbia Pictures, se estrena el 17-X-1957 (Londres).
La acción dramática tiene lugar en Londres y en otras localidades del entorno, a lo largo de 6 días de otoño de 1956. Los personajes principales son John Holden (Andrews), eminente psicólogo norteamericano; Joanna Harrington (Cummins), maestra de escuela; y Julian Karswell (MacGinnis), especialista en magia blanca y negra. Holden es simpático, amable, encantador y racionalita. No cree en la existencia de poderes sobrenaturales y satánicos. Joanna, sobrina de un profesor dedicado a la investigación del renio de las sombras, cree cada vez más en los poderes de la oscuridad. Julian es el líder de un vasto grupo de personas de todo el mundo que creen en los poderes mágicos malignos. Conoce los secretos del manejo de los maleficios y de los poderes ocultos. Gracias a ello ha acumulado un gran patrimonio y percibe cuantiosos ingresos.
El relato está construido desde el punto de vista incrédulo de Holden, que es con el que se siente identificado el público. El desarrollo de la historia va sembrando dudas en el ánimo del espectador, que gradualmente se siente atraído por la simpatía y el atractivo de Joanna. La narración se sirve de ruinas de tiempos remotos, incisiones en piedras del megalítico, libros medievales, símbolos primitivos anteriores al alfabeto, inscripciones maléficas y el testimonio de una historia que habla de culto al demonio, brujería y poderes tenebrosos desde la más remota antigüedad. Envuelve la acción en una atmósfera sombría y opresiva que retiene la atención y destila inquietud y angustia. Emplea fugazmente algunas imágenes directas que suman tinieblas (humo), fuego y horror, pero la base del discurso se apoya mayoritariamente en la sugerencia y la insinuación. Tourneur siempre sostuvo que el terror imaginado es mucho más penetrante y demoledor que el terror visto directamente.
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La acción dramática tiene lugar en Londres y en otras localidades del entorno, a lo largo de 6 días de otoño de 1956. Los personajes principales son John Holden (Andrews), eminente psicólogo norteamericano; Joanna Harrington (Cummins), maestra de escuela; y Julian Karswell (MacGinnis), especialista en magia blanca y negra. Holden es simpático, amable, encantador y racionalita. No cree en la existencia de poderes sobrenaturales y satánicos. Joanna, sobrina de un profesor dedicado a la investigación del renio de las sombras, cree cada vez más en los poderes de la oscuridad. Julian es el líder de un vasto grupo de personas de todo el mundo que creen en los poderes mágicos malignos. Conoce los secretos del manejo de los maleficios y de los poderes ocultos. Gracias a ello ha acumulado un gran patrimonio y percibe cuantiosos ingresos.
El relato está construido desde el punto de vista incrédulo de Holden, que es con el que se siente identificado el público. El desarrollo de la historia va sembrando dudas en el ánimo del espectador, que gradualmente se siente atraído por la simpatía y el atractivo de Joanna. La narración se sirve de ruinas de tiempos remotos, incisiones en piedras del megalítico, libros medievales, símbolos primitivos anteriores al alfabeto, inscripciones maléficas y el testimonio de una historia que habla de culto al demonio, brujería y poderes tenebrosos desde la más remota antigüedad. Envuelve la acción en una atmósfera sombría y opresiva que retiene la atención y destila inquietud y angustia. Emplea fugazmente algunas imágenes directas que suman tinieblas (humo), fuego y horror, pero la base del discurso se apoya mayoritariamente en la sugerencia y la insinuación. Tourneur siempre sostuvo que el terror imaginado es mucho más penetrante y demoledor que el terror visto directamente.
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Compone escenas en las que vuelca una poderosa capacidad de conmoción, como la fiesta infantil, el vendaval, la exploración de la mansión, la visita a la granja de los Hobart, la sesión de espiritismo y otras. El conjunto de las mismas sirve para hacer presente en la sala, directa o indirectamente, el mundo de la oscuridad y de los poderes malignos. Lo trabaja sin efectismos artificiosos, sin recursos espectaculares y sin exageraciones innecesarias. Lo consigue con sutilezas, ingenio y, sobre todo, con una cuidada elegancia que cautiva y seduce. En varias ocasiones se sirve de la tensión que provoca la escasez del tiempo que corre contra reloj o contra el calendario.
La obra se sitúa en una dimensión diferente de la del admirable cine de terror artesano de los años 30. Supera el magnífico terror que el autor crea en los años 40 (“La mujer pantera”, “Yo anduve con un zombie” y “El hombre leopardo”). El film hace avanzar el género y deja el terreno abonado para que su desarrollo posterior aporte obras espléndidas, como “Psicosis” (1960), “La semilla del diablo” (1968), “Tiburón” (1975), “El resplandor” (1980), etc.
La banda sonora, de Clifton Parker (“La isla del tesoro”, Haskin, 1950), crea un acompañamiento que tensiona el drama y potencia los sentimientos de terror. Lo consigue con sonoridades metálicas extrañas, potentes melodías fúnebres al órgano y estridencias siniestras e inquietantes, que componen un conjunto imaginativo y eficaz. La fotografía, de Ted Scaife (“Doce del patíbulo”, Aldrich, 1967), en B/N, ofrece escenarios brumosos y misteriosos, formas fantasmagóricas (pies y copas de árboles), sombras densas, ladridos, silbidos y otros elementos. Añade alegorías y simbolismos del terror, como la forma de las letras del título original que evocan figuras con los cabellos erizados, escenas a horas intempestivas (3 de la noche), el número 666 de la matrícula del coche de Joanna (un Sunbeam Alpine), el tocadiscos mecánico que se acciona con una manivela que mueve la Sra. Meek, etc.
Compone escenas en las que vuelca una poderosa capacidad de conmoción, como la fiesta infantil, el vendaval, la exploración de la mansión, la visita a la granja de los Hobart, la sesión de espiritismo y otras. El conjunto de las mismas sirve para hacer presente en la sala, directa o indirectamente, el mundo de la oscuridad y de los poderes malignos. Lo trabaja sin efectismos artificiosos, sin recursos espectaculares y sin exageraciones innecesarias. Lo consigue con sutilezas, ingenio y, sobre todo, con una cuidada elegancia que cautiva y seduce. En varias ocasiones se sirve de la tensión que provoca la escasez del tiempo que corre contra reloj o contra el calendario.
La obra se sitúa en una dimensión diferente de la del admirable cine de terror artesano de los años 30. Supera el magnífico terror que el autor crea en los años 40 (“La mujer pantera”, “Yo anduve con un zombie” y “El hombre leopardo”). El film hace avanzar el género y deja el terreno abonado para que su desarrollo posterior aporte obras espléndidas, como “Psicosis” (1960), “La semilla del diablo” (1968), “Tiburón” (1975), “El resplandor” (1980), etc.
La banda sonora, de Clifton Parker (“La isla del tesoro”, Haskin, 1950), crea un acompañamiento que tensiona el drama y potencia los sentimientos de terror. Lo consigue con sonoridades metálicas extrañas, potentes melodías fúnebres al órgano y estridencias siniestras e inquietantes, que componen un conjunto imaginativo y eficaz. La fotografía, de Ted Scaife (“Doce del patíbulo”, Aldrich, 1967), en B/N, ofrece escenarios brumosos y misteriosos, formas fantasmagóricas (pies y copas de árboles), sombras densas, ladridos, silbidos y otros elementos. Añade alegorías y simbolismos del terror, como la forma de las letras del título original que evocan figuras con los cabellos erizados, escenas a horas intempestivas (3 de la noche), el número 666 de la matrícula del coche de Joanna (un Sunbeam Alpine), el tocadiscos mecánico que se acciona con una manivela que mueve la Sra. Meek, etc.