Cuando se intenta ser original pueden pasar dos cosas: o creas escuela, o alimentas odios. A mí me ha pasado lo segundo. Poco me ha importado que la animación fuera de la hostia, que hubieran secundarios bastante simpáticos, que detrás de toda la cinta pueda existir cierta crítica necesaria (yo no la veo demasiado clara**); como digo, de poco ha servido si no aguanto al Happy Imbécil este de pies revoltosos... Lo siento, nunca he sido un genio en la pista de baile. En el fondo soy como un pingüino de los de toda la vida: torpe y soso. Y oye, tan a gusto dentro de mi poca originalidad.