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Voto de Favio Rossini:
9
8,2
14.053
Drama. Romance
Un viejo payaso (Charles Chaplin), después de evitar el suicidio de una joven bailarina (Claire Bloom), no sólo la cuida, sino que, además, se ocupa de enseñarle todo lo que sabe sobre el mundo del teatro para hacerla triunfar. Último y melancólico film americano de Chaplin. (FILMAFFINITY)
9 de junio de 2009
19 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un anciano, de nombre Calvero, llega borracho al humilde hostal en donde reside, el único que su economía puede permitirse. Sus andares desgarbados nos son familiares, nos recuerdan a un viejo amigo, flacucho y vivaracho, que pegado a su bastón y su bombín nos hacía partirnos de la risa y, a veces, cuando menos lo esperábamos, llorar sin saber qué era lo que provocaba nuestro amargo llanto.
El destino hace que en la vida del tal Calvero, el que nos recuerda a nuestro amigo, se cruce un alma perdida en forma de bailarina superada por las circunstancias. El anciano se vuelca en mimarla, en animarla para que vuelva a cogerle apego a la vida. Lo hace con el mismo amor y dedicación que lo haría ese amigo perdido en el recuerdo, con la salvedad de que Calvero utiliza las palabras y a nuestro conocido, el de los pantalones raídos y los zapatos grandes, le bastaba con una rosa y un gesto para sacar una sonrisa del alma más castigada.
El anciano, cómico de profesión y filósofo de afición, también sabe hacerla reír, pero no basta con una carcajada para levantarla del lecho. “Piense en el poder que encierra el universo, que está en las plantas, en el sol, en las estrellas. Y usted que tiene dentro ese poder ¿Va a despreciarlo?”
Las palabras de Calvero calan en el corazón de la joven, que vuelve al camino de la vida por su propio pie. Pero mientras una sube, el otro baja. El público ya no se ríe con los números cómicos del anciano, han perdido la frescura de antaño. Los únicos que aguantan su espectáculo hasta el final son los que se han quedado traspuestos en sus butacas.
- ¿Cuando dejé de hacer gracia? -se pregunta Calvero- “La gente es un monstruo sin cabeza. Nunca se sabe hacia donde irá. Pude ser aguijoneada en cualquier dirección”
La joven bailarina se empeña en ayudar a su salvador, del que cree estar perdidamente enamorada. Calvero sabe que se trata de un amor platónico, y huye para que ella pueda continuar con su vida. Vuelve a la calle, al rol de artista ambulante, de cómico por la voluntad. Allí encuentra la paz que buscaba:“esto de trabajar por las calles tiene su encanto. Tal vez sea por el vagabundo que todos llevamos dentro” ¡El vagabundo! ¡Charlot!. Nosotros recordamos a nuestro entrañable amigo a la vez que Calvero, justo a tiempo para un último espectáculo, el final de todo un icono del siglo XX.
El destino hace que en la vida del tal Calvero, el que nos recuerda a nuestro amigo, se cruce un alma perdida en forma de bailarina superada por las circunstancias. El anciano se vuelca en mimarla, en animarla para que vuelva a cogerle apego a la vida. Lo hace con el mismo amor y dedicación que lo haría ese amigo perdido en el recuerdo, con la salvedad de que Calvero utiliza las palabras y a nuestro conocido, el de los pantalones raídos y los zapatos grandes, le bastaba con una rosa y un gesto para sacar una sonrisa del alma más castigada.
El anciano, cómico de profesión y filósofo de afición, también sabe hacerla reír, pero no basta con una carcajada para levantarla del lecho. “Piense en el poder que encierra el universo, que está en las plantas, en el sol, en las estrellas. Y usted que tiene dentro ese poder ¿Va a despreciarlo?”
Las palabras de Calvero calan en el corazón de la joven, que vuelve al camino de la vida por su propio pie. Pero mientras una sube, el otro baja. El público ya no se ríe con los números cómicos del anciano, han perdido la frescura de antaño. Los únicos que aguantan su espectáculo hasta el final son los que se han quedado traspuestos en sus butacas.
- ¿Cuando dejé de hacer gracia? -se pregunta Calvero- “La gente es un monstruo sin cabeza. Nunca se sabe hacia donde irá. Pude ser aguijoneada en cualquier dirección”
La joven bailarina se empeña en ayudar a su salvador, del que cree estar perdidamente enamorada. Calvero sabe que se trata de un amor platónico, y huye para que ella pueda continuar con su vida. Vuelve a la calle, al rol de artista ambulante, de cómico por la voluntad. Allí encuentra la paz que buscaba:“esto de trabajar por las calles tiene su encanto. Tal vez sea por el vagabundo que todos llevamos dentro” ¡El vagabundo! ¡Charlot!. Nosotros recordamos a nuestro entrañable amigo a la vez que Calvero, justo a tiempo para un último espectáculo, el final de todo un icono del siglo XX.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Charlot, acompañado de mister Keaton, deleita al respetable con un gran espectáculo de mímica. El público viaja a su niñez, a cuando aún poseían un alma limpia que les permitía reírse porque sí, porque les apetecía, por amor al arte. Una risa limpia, sin prejuicios. Una risa real.
Así Charlot recibe a la muerte, entre bambalinas, como siempre había soñado, oyendo grandes vítores y aplausos y sabiendo que, aunque sea por unos escasos minutos, ha hecho feliz a mucha gente.
Hasta siempre viejo amigo, y gracias por todo.
Así Charlot recibe a la muerte, entre bambalinas, como siempre había soñado, oyendo grandes vítores y aplausos y sabiendo que, aunque sea por unos escasos minutos, ha hecho feliz a mucha gente.
Hasta siempre viejo amigo, y gracias por todo.