Alargar con secuelas la gran victoria de la primera parte provoca que se pierda esa oscuridad punk y esa grandeza de la sorpresa, y a la vez se podía esperar que la habilidad y la estética se mantuvieran, los resultados de esta segunda parte son, para mí, confusos, encuentro una saga caducada pero con grandes secuencias de acción, pero no hay rastro de aquella batalla mental, con lo que el producto se transforma sin dudas en plástico, una encerrona quemada en cuanto a la estrategia de la profecía y los agentes, hay que tener tendencias muy creyentes para sumergirse en lo proponen, y es que basarse en la confianza y en la pasión es casi lo que mantiene a flote una historia sobre el destino a la que cada vez le cuenta más conectar los dos mundos... ya no hablamos de otros escenarios mentales...

Ya nadie se cuestiona de que están hechas las cosas, el conflicto se basa en tomar decisiones que nadie entiende, el diálogo existencial se transforma en discurso épico, un mundo atemporal de realidad lejana, el objetivo es la motivación pero no cumple las expectativas, es inestable porque se construye con filosofía barata, o gratuita, y es que queda en manos de la novia del francés en celo, lo dicho, la habilidad está en la autopista, no en los lugares ocultos, pero, a pesar de estar programada con personajes ridículos, merece la pena porque se lucha y se muere, aunque sea en un callejón sin salida simplón y dirigidos por un "chinillo" con llaves.

Muchos Smith y un arquitecto, la sexta anomalía de Matrix tiene una elección que le puede llevar a la extinción, la fuente o el amor, una carga final densa y resuelta a lo primitivo, es la fuerza del amor de Hollywood.